Suena el teléfono (Diario)
Publicado en Jan 03, 2012
Suena el teléfono. No llores por favor; porque a mí, en realidad, no me importa para nada, absolutamente para nada, lo que piensen o digan los envidiosos de siempre. Si te tengo que decir que me gustas te lo digo. Ya. Ya sé que sólo soy un niño soñador, nada más que un niño soñador, pero aprendo a crecer como un hombre, aprendo a levantarme como un hombre y aprendo a caminar como un hombre. Suena el teléfono. No llores por favor. Como me gustas mucho tú te lo digo para descargar este peso que tiene tanta vida que, a veces, me hace pensar en ellos, en los envidiosos que nunca serán lo que tú eres para mí. ¡Y qué más da! No me importan. Te lo digo. Cuelgo el teléfono y sigo soñando. No importa. Lloraré yo por ti; pero, como dice mi abuela, quien con nenes se acuesta sucio se levanta; así que dale un recuerdo de mi parte al Nene, puesto que quizás sea uno de los más envidiosos que conozco y por eso me parece el más ridículo de todos. Por desgracia, en este Banco abundan los que son como él y está lleno de envidiosos por todas partes menos por una (como la Península donde estamos viviendo) que se llama Felicidad. Hasta hay uno de ellos que se las va dando de marqués y que pregona a los cuatro vientos que tiene a todas en el bote además de que se atreve a decir de mí (sin apenas conocer nada de mí) que sólo soy un pobre ligón de barrio. Absurdo. Totalmente absurdo. Bueno. Pues bien está la cosa. Y mi abuela me dice: "nieto: éramos pocos y parió la burra". Está bien. Me voy a jugar al fútbol porque ya me están esperando mis muchachos.
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