El día que aprendió "La Juja" (Diario)
Publicado en Jan 03, 2012
Badajoz (España). Yo soy un recién nacido y estoy todavía en la cuna. Resulta que compartíamos el pequeño y blanco chalet de las afueras de la capital pacense con la familia de "La Juja" (por eso de poder vivir mejor pagando la mitad del arriendo). "La Juja" tiene un hijo algo mayor que mi hermano y, por eso, todos los días el hijo de "La Juja" canea a mi hermano. Siempre que mi madre le reclama, "La Juja" le sale con eso de: "no se preocupe, Doña Rosario, sólo son cosas de niños".
Hasta que mi madre se hartó de aquel estado de cosas (yo descansaba tranquilamente y en paz) y le advierte a mi hermano mayor que cuando el hijo de "La Juja" se acerque otra vez con intención de volver a canearle que le dé con lo que tenga en la mano. Mi hermano mayor, que tiene muy mala leche desde que nació, ni corto ni perezoso, tenía aquel día un pedrusco en la mano y cuando el hijo de "La Juja" (tan chulín como se había vuelto) se le acercó con intención de canearle mi hermano mayor le arreó con el pedrusco en la cabeza. Tanta era la sangre que salía del coco del hijo de "La Juja" que ésta reclamó a mi madre; la cual, como quien no dice gran cosa, le dijo a "La Juja": "no se preocupe Doña "Juja", sólo son cosas de niños". Desde aquel día, debido a la cicatriz que todavía debe tener y a los numeroso puntos que le tuvieron que poner en urgencias del hospital de Badajoz, el hijo de "La Juja" ya no volvió a acercarse ni a diez metros de distancia de mi hermano mayor que, como dije, tiene muy mala leche desde que nació. Pero lo más importante no es que el hijo de "La Juja" dejase de ser el chulito de la barriada; sino que aquel día "La Juja" aprendió algo que debía haber aprendido mucho antes.
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