Filosofas del amanecer (Reflexiones)
Publicado en Jan 10, 2012
Si tenemos un punto concreto llamado A y un punto abstracto llamado B, es lógico (digan lo que digan los Lógicos porque no dicen nada interesante ) que exista una distancia a la cual llamamo D y, digan lo que digan los Empíricos (que tampoco dicen nada interesante) debe existir, y si no existe nos lo inventamos, un tiempo al que llamaremos T. ¿Cuánta es la relatividad que existe para que el punto concreto llamado A se una al punto abstracto llamado B?. No nos interesa ni nos importa lo que diga Aristarco ni tampoco los de la Patrística. El asunto es mucho más interesante si hacemos acto de presencia a otro punto relativo al que llamaremos Imaginación (punto I) y otro punto abstracto al que llamaremos Fantasía (punto F).
Estamos ya en condiciones suficientes para dejar de lado todas las teorías aristótelicas, neoaristotélicas, platÓnicas y neoplatónicas; porque resuta que tenemos suficientes datos de pensamiento para pasar de largo de todos ellos (que no dicen, en resumen, nada interesante) y situarnos en el plano de las lucubraciones del amanecer. ¿Qué tiene que ver el amanecer con nuestra propia manera de entender nuestra filosofía?. Lo voy a decir con rima: Cada punto de la existencia va más allá de la ciencia. Esto significa que ningún gran filósofo, aunque se llame pomposamente Pomponio sabe utilizar adecuadamente el punto I (Imaginación) y el punto F (Fantasía) porque no son capaces de entender, por muchos libros de Filosofía General que hayan escrito, que la distancia (D) y el tiempo (T) entre el punto concreto llamado A y el punto abstracto llamado B no existen ya que son creaciones simplemente mentales. Utilicemos la mente, por favor, para entender que en la existencia de los humanos no son los filósofos precisamente los que llevan la razón (R) aunque se hayan empeñado en llevarla (cada uno arrimando las sardina a su sartén) ya que no tienen la suficiente capacidad mental para descubrir que entre el punto concreto (A) y el punto abstracto (B), por ser de naturalezas distintas, no puede existir jamás un punto de encuentro (P) tal como ellos nos quieren dar a entender. Entonces yo planteo la siguiente cuestión (mucho más interesante que la que plateaban Kierkegaard, Bergson y todos los existencialistas juntos): ¿cómo es posible entonces que el punto concreto (A) y el punto abstracto (B) formen parte del mismo mundo de las ideas?. La respuesta es muy sencilla: las filosofías de los humanos nunca han sabido encontrar un porqué a sus conclusiones y siempre han tenido que recurrir a lo inexacto para decir que sólo saben que no saben nada. En este caso que estamos analizando no sirve de nada ni ser estoico ni ser epicúreo y, mucho menos, ser un sofista que no sabe ni plantear una cuestión mental porque se entretienen en querer hilvanar absurdo tras absurdo para deconstruir a posteriori lo que no saben construir a priori. Entonces resulta que la respuesta adecuada es el Sueño (S). El concepto S (sueño) responde perfectamente a la cuestión de dónde se pueden unir el punto concreto (llamado A) y el punto abstracto (llamado B). La impotencia de todos los filósofos y alguna que otra filósofa más bien anónima (porque la filosofía humana siempre ha sido excesivamente machista) consiste en que no saben soñar adecuadamente y, por ello, todo lo que pertenece al mundo de la Imaginación (I) y la Fantasía (F) no han podido jamás entenderlo. Es más, yo diría que las filosofías del postmodernismo (que nadie ha sabido nunca explicar adecuadamente) poseen tanta carencia de conocimiento que es, por dicho motivo, por lo que jamás pueden encontrar ese punto de encuntro (P) que explique el tema que estamos analizando. En definitiva, soñar no es filosofar con teorías obsoletas (y todas las teorías filosóficas terminan, más bien pronto que tarde, en quedar obsoletas para siempre por mucho que sus creadores se llamen, si lo desean, pomposamente Pomponio o, para ser más exactos, Heidegger por ejemplo). Así que termino estas deducciones asegurando, una vez más, que para que un punto concreto (llamado A) y un punto abstracto (llamado B) se encuentren en un punto de encuentro (P) no tienen ningún valor ni la distancia (D) ni el tiempo (T) puesto que se le haya no con las obsoletas filofosofías (y todos los filósofos están ya obsoletos salvo alguna que otra filósofa que, a escondidas del machismo de la Filosofía General todavía tiene todavía capacidad de soñar) sino con la Imaginación (I) y la Fantasía (F).
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