Estaba yo estudiando Bachillerato en el Instituto San Isidro de Madrid (cuando entonces sólo era para chavales y no mixto como es ahora) cuando andaba por allí, dando clases de Física, un maestro apellidado Gálvez´; bastante "brutito" por cierto por cosas sucedidas a una de sus hijas y que nada tenían que ver con nosotros pero que le habían convertido en un hombre amargado, violento, de un genio de "mil diablos" y que se dedicaba a descargar todas suis iras con los inocentes estudiantes de generaciones posteriores. Pues bien; una mañana nos estaba explicando lo que es un croquis. Y no se le ocurrió otra manera más clara de explicarlo que haciendo levantarse a un pobre compañero de aula y ponerle pegado de perfil contra una de las paredes. Entonces, con un gesto que hizo temblar las piernas de mi pobre compañero y con voz potente, nos dijo así: "¡Si yo ahora le meto un guantazo a éste y los incrusto contra la pared, al sacarlo de ella lo que queda en la pared es lo que se conoce como un croquis!". Yo pensaba para mis adentros: ya lo he entendido perfectamente bien pero que a este pedazo de bruto de profesor Gálvez ni se le ocurra ponerme a mí como ejemplo de estas cosas porque su violencia a mí ni me va ni me viene; porque no tengo nada que ver con lo que sucedió con su hija y porque si se le ocurre amenazarme con darme un guantazo el guantazo se lo lleva él y luego que vaya a lloriquear al Cuerpo de Bomberos de Madrid, ya que conmigo no van estas historias porque mi naturaleza humana es pacífica. Nunca, a aquel profesor apellidado Gálvez, se le ocurrió tocarme ni un solo pelo ni tan siquiera amenazarme con la fuerza bruta porque sabía que yo no me iba a estar quieto y además yo era de Letras infiltrado en Ciencias; luego sus historias y sus brutales ejemplos no tenían nada que ver conmigo.