Los caminantes (como el Billy Pilgrim de Vonnegut) no son viajeros por el espacio, sino por el tiempo. El tiempo pone todas las cosas en su sitio, salvo a las agujas del reloj. !Pero qué poca importancia tienen las agujas del reloj para los caminantes!. Los caminantes que voluntariamente se han desterrado de los temporales lugares del Ordenamiento Total, aman la hierofanía y el éxtasis del tiempo que es, para ellos, sitio fisico y a la vez un "topos" fuera de cualquier cronología.
Las bandas sonoras de los caminantes buscan lo humano de las ciudades y los pueblos, los sonidos reales y reconocibles de las casas y las cosas, los tonos sutiles a veces y a veces bruscos (pero siempre directos) de lo inolvidable.
Kanner, Rimbad y Beltheim (expertos en estudiar el asunto del autismo) determinan que una de las patologías de esta enfermedad es que el autista jamás pronuncia la palabra "yo". Nosotros y nosotras, como caminantes "virtuales", no seremos nunca autistas porque con palabras o con silencios nuestros "yos" se encuentran inmersos en los "ellos" de quienes leen y comentan. Esto es una especie de tautología. Una mitología de caminantes voluntarios jugando a correlacionar las palabras del "yo" y del "ellos" como elementos comunicativos: lo que los primitivos habitantes de las islas Fidji conocen como Visa.
No existe inmunidad contra el olvido. Y así, en este lugar, a esta misma hora, olvidamos el olvido para hacernos presentes en la materia de nuestros verbos. Huellas de almas somos.