Cuando llegaba el machaca a casa todos nos poníamos locos de contentos y era porque el machaca nos traía chuscos frescos; recién salidos de la tahona del campamento de caballería. Eran tiempos en que mi padre y mi madre se tiraban horas enteras jugando al tute con don Mariano y doña Sabina. El machaca era algo como sagrado; era necesario darle, siempre, algún vasito de vino para que se quedara satisfecho y volviese de nuevo a traernos aquellos inolvidables chuscos de la época del pan con aceite y azúcar, del pan con tomate y hasta del pan con cebolla.
En el cole jugábamos a la olla y recuerdo, entre olla y olla que limpiaba, friega que te friega con el asperón, mi querida abuelita Rufina, que otro de los amigos de mi papá era un tal Longinos; que no debíamos confundir con Longines, porque Longines era una de las más famosas marcas de reloj de la época. La otra marca de relojes importante era Omega que, como contrapunto, era la antítesis de las máquinas de coser Alfa que también usaba mi abuelita para cosernos los pantalones cuando, jugando al fútbol, los traímos más descosidos que el talego de los chuscos.
Teníamos una especie de talego de tela, el cual nos servía, cuando el machaca no llegaba a casa porque sólo acudía un día por semana, para ir a la panadería y meter dentro las gallegas, que resulta que no eran chavalas de Galicia, porque entonces estaba prohibido meter en "el talego" a ninguna chavala de Galicia porque Franco era gallego y nos prohibía terminantemente ligar con ellas. Las gallegas que metíamos en el talego de tela eran panes casi redondos del todo (no totalmente perfectos porque no existe nada perfecto en asuntos de panadería) que servían para partir hogazas y meternos para el cuerpo, que ya lo estábamos formando consistentemente, buenos bocatas de sardinas, tortillas de patatas e, incluso, tabletas enteras de chocolate, de un chocolate duro y espeso, al cual era mejor ir royéndolo con los dientes para sacarle mayor sustancia y sabor.
En aquella época la colección más excitante de todas era una de las banderas de todos los países de la Tierra que, no sé ni cómo ni de qué manera pues escaseaban las pesetas en casa, pudimos completarla del todo y mi madre pegaba los cromos en el álbum. ¡Qué emoción cuando nos salió la última de las banderas que nos quedaba para poder completar la cole!.
En el cole intercambiábamos cromos de otras colecciones, sobre todo de futbolistas de cuando jugaba el Condal en Primera División. Claro que, por aquel entonces, los cromos de los futbolsitas no eran a color, sino en blanco y negro, y no servían para jugar a las chapas con ellos porque eran fotos de solamente la cabeza entera. Pero, sin saber tampoco ni cómo ni de qué manera pues insisto en que las pesetas esacaseaban en casa, pudimos también terminar dicha colección que tenía el rimbombante título de "Fotofútbol". Recuerdo a aquel Condal que estaba en Primera División donde sólo jugó la temporada 1956-1957 si mal no recuerdo. Después de conseguir disputar su segundo play-off de ascenso en 1956, el Club Deportivo Espanya Industrial se independizó del Fútbol Club Barcelona y cambió su nombre por el de Club Deportivo Condal para poder jugar en Primera División. La equipación se cambió por una camisa azul con dos franjas blancas en diagonal. Así el club podia disputar ese play-off y ascender a Primera, lo cual consiguieron. Sólo pudieron estar una campaña en Primera y descendieron en 1957.
Y mientras llegaba de nuevo el machaca yo abría, constantemente, el álbum de "Fotofútbol" para aprender cosas como que Sabino y Cerdán jugaban en el Osasuna de Pamplona, cuando su campo de juego era El Sadar, o que en el Condal -como bien decía el "Dinámico"  de la Editorial Tocinos de Zaragoza y como bien escuchábamos a la hora de atender al Carrusel Deportivo a través del viejo aparato de radio Feudad-  jugaban los porteros Goicolea, Sanz y Celdrán; y como jugadores de campo estaban Rodri, Castañer, Simó, Salvador, Moya, Duró, Gonzalvo III, Bertrán, Basora II, Navarro, Bellés, Allende, Pinto, Blanqueras, Roma, Mora y los dos únicos extranjeros de aquel "curioso" equipo: el uruguayo Moll y el checoslovaco Hank.