Hoy ha sido otro día intenso y muy activo en esta ya casi finalizada, de momento, visita a Ecuador. Sobre todo al llegar la tarde, pues a eso de las cuatro y media, post meridiano, nos hemos acercado a la Notaría número 17 de Quito, precisamente a la del abogado doctor don Remigio Poveda, para firmar los papeles necesarios para dar por finalizada nuestra venta de la casa de Cumbayá. Algo de nostalgia siempre queda en el corazón, al tener que desprendernos de algo que era muy querido para nosotros; pero, a cambio, llega una nueva alegría: ¡por fin podemos tener la compra de nuestra nueva vivienda en Madrid! ¡Adiós, Cumbayá, con innumerables recuerdos en nuestra memoria! ¡Hola, Valdebebas, sueño tan querido desde hace tiempo! Por un lado siempre queda esa sensación de que nos entra un vacío en el corazón, pero por otro lado nos llena ese vacío el sueño que tanto Yenny y Diego como Liliana y yo tanto deseamos: tener una casa propia;  ellos en las afueras de Quito y nosotros en el corazón de Madrid.
Para finalizar la tarde, ya llegada la noche, hasta el tenido la ocasión de cruzarme con un desgalichado chiquilicuatro escupiendo en la calle. No le he perdido de vista. Me he vuelto, él me ha mirado como matón de feria, y he esperado a ver si me decía algo o se atrevía a escupirme a mí. Dios ha tenido compasión de él porque si hubiera sido por mí le hubiese agarrado de la nuez para hacerle escupir el bocado de Adán (forma muy curiosa de llamarle imberbe y un poco cochinillo).