Le llamaré, por ejemplo, "Sonrisa" (Diario)
Publicado en Jan 28, 2012
Ambato, Ecuador, de 1994. Estoy acabando mi periplo de periodista y escritor de la Revista Internacional de esta ciudad de Tungurahua. Sé que me espera una nueva traición. En efecto. Una más o una menos no tiene ya importancia. Y el entusiasta Jaime, sacando de nuevo su traicionero "puñal", me deja en la puerta del Hotel Cevallos sin más compañía que la puerta cerrada, el silencio de la noche y el fiel amigo, forma de ángel negro, que está tumbado esperando compañía. Como yo también busco compañía sólo tengo que llamarle y acude, contento, a mi encuentro.
Toda la noche, entre el frío, la esperanza de ver un nuevo alba y los grupos de individuos que, borrachos, persiguen y acosan a quienes ven solitarios (son incapaces de hacerlo de uno en uno), los dos formamos una pareja imposible de asaltar. Él está dispuesto a darlo todo por mí y yo estoy dispuesto a darlo por él, mientras Jaime debe estar descansando si es que la conciencia no le remuerde el alma. Estoy hablando de un perro compañero que, al llegar el alba, se despide con una alegre carrera. Ha encontrado, por fin, a su pareja y yo, por ejemplo, le llamaré "Sorpresa" mientras miro al cielo y le agradezco a Dios antes de subir por la escalera hasta el piso de la Redacción... donde escribo algún que otro sueño nocturnal.
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