Los trece capullos (Novela Corta - Guión Literario para Cine)
Publicado en Feb 10, 2012
Cuenca, 18 de abril de 1939
El grupo de los trece falangistas auténticos según decían llamarse ellos, liderados por Onésimo Ledesma de Rivera y acompañando a Ángel Atienza Rabadán, llegaron ante la presencia del comisario José Antonio de Rivera Mola, en el Cine Xúcar, armando un gran alboroto. A grandes zancadas todos ellos, se presentaron ante éste en su improvisado despacho temporal. José Antonio de Rivera Mola, que se encontraba sentado ante una mesa de madera de roble, era un hombre de edad ya madura, canoso, con unas incipientes entradas en el cabello que daba a entender que dentro de poco se iba a quedar calvo, bajito, rechoncho, con ojos diminutos como de comadreja, dientes picados que mostraba cuando sonreía hipócritamente, y un bigote a lo Hitler que le daba aspecto de ridículo payaso. Los treces falangistas levantaron, al unísono como si fueran robots autómatas en vez de personas, y gritaron también al unísono. - ¡¡¡Viva Franco!!! El comisario José Antonio de Rivera Mola también gritó haciendo el mismo saludo. - ¡¡Arriba España!! - Buenos días, tito Antonio, aquí te traemos a este pájaro de cuenta que debe ser, por la forma que tiene de hablar, algún pez gordo del Mar Rojo... y tres botellas de coñac Napoleón que nos ha regalado un ciudadano agradecido con la noble causa de nuestra Victoria. Los doce correligionarios de Onésimo Ledesma de Rivera rompieron en grandes risitas histéricas, como si de simples mujercitas se trataran, alabando los chistes fáciles de su amado líder. - Procura tú no convertirte en sapo partero del Mar Muerto porque, según vas, no durarás mucho en este paraíso. - ¿Eso es una premonición acaso? - Viendo lo mono que eres y lo mono que estás con ese ridículo uniforme déjalo sólo en monición ya que te gustan los chistes fáciles. - ¡¡Es un deslenguado, tito Antonio, es un deslenguado!! ¿Nos permites que le metamos cuatro tiros en los sesos? - ¡¡Ya está bien, Onésimo!! ¡¡Deja de decir gilipolleces porque pareces tonto y en tu casa no deben saberlo!! ¡Coge a tus camaradas y marcháos de inmediato para Madrid! - Pero... ¡tenemos que darle una lección a este insolente! - Yo creo que quienes tenéis que tomar alguna lección de Historia de España sois vosotros que no sabéis ni tan siquiera quien fue Rodrigo Díaz de Vivar, por ejemplo. - ¿Quién fue Rodrigo Díaz de Vivar, tito Antonio? - No eres más idiota porque no has nacido antes, Onésimo... Rodrigo Díaz de Vivar fue Felipe el Hermoso. - Tú también deberías volver a ir al colegio, José Antonio, porque resulta que Rodrigo Díaz de Vivar fue El Cid Campeador que hubiese sido un gran caballero si hubiese tenido un gran señor, como dice el Romancero Español. José Antonio de Rivera Mola enrojeció de vergüenza. - ¿Ves cómo es necesario darle un escarmiento, tito Antonio? - ¡Dejate ya de tito Antonio por aquí y tito Antonio por allá, que pareces un niño de teta! ¡¡Yo soy tu tío José Antonio y no tu tito Antonio, so infantil!! ¿Se puede saber que hacéis aquí todavía? ¡He dicho que os marchéis para Madrid! ¡¡Ya mismo!! Onésimo Ledesma de Rivera aceptó, sin rechistar como siempre, la orden dada por su tío José Antonio de Rivera Mola y, junto con sus doce correligionarios, se cuadraron, pegaron un taconazo con sus botas y, lenvantando el brazo derecho, todo bien extendido, volvieron a gritar al unísono. - ¡¡¡Viva Franco!!! - ¡¡Arriba España!! -les contestó el comisario haciendo el mismo saludo. - ¡Vámonos para Madrid, camaradas! ¡El baile continúa porque la fiesta nacional se acaba de iniciar! En cuanto a usted... señor Ángel de Amor... quizás nos volvamos a ver muy pronto. - Pues yo diría que ya no te voy a volver a ver más a ti ni a tus esbirros. Ni en esta vida ni en la otra. Yo seré un Ángel de Amor porque para eso tengo a mi Amparo pero vosotros sólo sois unos pobres diablos y de eso no hay nadie que os ampare. - ¡Déjame, tito Antonio! ¡Déjame que le dé un par de hostias! - ¡¡Que te he dicho que no me llames más veces tito Antonio, cretino!! ¡¡Ya os he pedido que os vayáis ahora mismo para Madrid !! ¡¡Es una orden de un superior y como ser superior que soy váis a cumplirla ahora mismo o el que os levanta la tapa de los sesos soy yo a todos vosotros! José Antonio de Rivera Mola sacó su pistola del cinturón e, inmediatamente, Onésimo Ledesma de Rivera y sus doce correligionarios, salieron en desbandada, atropellándose en la puerta los unos contra los otros y perdida toda su dignidad de la que tanto alardeaban mientras se caían y se levantaban del suelo, dirigiéndose hacia la Carretería, con el rabo entre las piernas, buscando uno de sus camiones para ir a Madrid. - No les hagas caso, Ángel... son solamente unos chiquillos... unos chiquillos bravos y valientes, Ángel, y por eso hay que comprenderles. - ¿Chiquillos bravos y valientes porque pegan a una humilde señora y además por la espalda ya que son incapaces de hacerlo de frente? - Eso sólo son habladurías, Ángel, habladurías de la chusma roja. - Eso sólo son realidades vistas por mis propios ojos. Sabes bien de sobra que yo no hago caso ni de chismes ni de habladurías sean del bando que sean, pero lo que mis ojos han visto no lo puedo negar. No te miento cuando digo que son sólo una pandilla de maricones porque me lo han demostrado. Les faltan cojones para enfrentarse, en grupo, a un sólo hombre. - Está bien, Ángel, te creo... pero son muy jóvenes y necesitan un poco de diversión. - ¿Y por qué no se divierten, por ejemplo, tocándose las pelotas? ¿O es que en realidad no tienen pelotas? José Antonio de Rivera Mola prefirió soslayar el asunto y hablar de otro tema. - Siéntate, por favor Ángel, siéntate y vamos a serenar nuestros ánimos. ¿Quieres una copa de coñac? ¡Es Napoleón! ¡Buen coñac, sí señor! - No a ese precio. - Es gratis, amigo. - No tan gratis, José Antonio, no tan gratis... porque quizás, y estoy seguro de que lo que me imagino ha sido verdad, no haya sido un regalo sino un descarado robo a alguien que estaba asustado. ¿Tú crees que merece la pena beber de una botella ganada de esa manera? Yo cuando bebo coñac antes pago lo que vale la copa. Pero quizás vosotros penséis que estas son las copas que os merecéis por La Victoria. Cuando jugaba al fútbol siempre me ganaba las copas luchando desde el principio hasta el final y de hombre a hombre contra los rivales. Esas sí que eran verdaderas victorias y no esta bazofia con que ha terminado la asquerosa guerra civil que os habéis montado los unos contra los otros. - No hagamos, por favor te lo suplico, de una simple bola de nieve toda una avalancha. - Está bien. No deseo beber nada ahora. No tengo nada por lo que brindar. - Entonces... acepta al menos uno de estos puros habanos. Me los envia, directamente desde La Habana, mi gran amigo el general Fulgencio Batista que está a punto de dar el golpe definitivo a sus aspiraciones de ser el próximo dictador de Cuba. - Tienes excelentes amigos, José Antonio. ¿Los eliges tú mismo o son ellos los que te eligen a ti?. - ¿No da igual? ¿No es lo mismo? En realidad... ¿qué diferencia existe entre que tú elijas a tus amigos o que tu amigos te elijan a ti? - Te equivocas, José Antonio. La diferencia es abismal. Cuando tú elijes a tus amigos tienes personalidad propia pero cuando permites que tus amigos te elijan a ti es que, sencillamente, no tienes personalidad alguna. Por cierto... ¿sólo tienes amigos o también tienes alguna amiga que otra? - ¿Me estás llamando marica? - Eso sólo tú lo sabes. Lo que te estoy llamando, si es que no tienes amigas, es misógino. - Sólo tengo una amiga y es imaginaria. - Ya. Me imagino que adoras tanto a Hitler que estás enamorado de Eva Braun. ¿Quizás es Eva Braun tu modelo de mujer ideal? - ¡Por favor, te suplico que no se lo cuentes a nadie... no vaya a ser que me fusilen! - Escucha, tito Antonio... - Por favor, deja a un lado tus ironías, te lo suplico. - Está bien. Hablemos de hombre a hombre. Yo no necesito otra cosa sino marcharme ya para el pueblo. Si te la quieres cascar inventando fantasías con Eva Braun a mí eso no me interesa en absoluto. Yo también tengo mis propias fantasías como la de ser un futbolista internacional ya que hablamos de pelotas. - No te mofes de mi adorado Hitler. ¡Ya está triunfando en Renania! - De Renania deriva reno, José Antonio, y estoy seguro del todo de que tu amado Hitler tiene ya unos buenos y hermosos cuernos adornando su cabeza. - ¿Quieres decir que Eva Braun le está engañando con otros? - A buen entendedor pocas palabras bastan y quien es cornudo lo es para siempre. - ¡¡No te admito que llames cornudo a mi adorado Hitler!! - Pues no te va a quedar otra sino admitir lo evidente. De Eva deriva evidente y es evidente que quien con Eva se acuesta cornudo se levanta. Ya sabes lo de quinto levanta tira de la manta y cuando se tira de la manta la basura queda bien visible. Si no lo quieres ver es porque te conviene hacerte pasar por cegato, pero, como pasaba con el ciego del Lazarillo de Tormes, hasta la más vieja celestina le engañaba. - ¿Estás insinuando que Eva Braun es vieja? - No. No estoy insinuando nada. Estoy afirmando que es celestina. Y no me seas por más tiempo Lilí Marlén. Así que... ¡adiós Lilí Marlén!... ¡adiós Lilí Marlén! - ¡No! ¡Por favor, no te vayas todavía! - ¿No te vayas todavía que hasta la guitarra mía está suspirando amor quizás? - No ironices más, por favor. ¡Necesito seguir hablando contigo pero en serio! - ¿Tú crees que merece la pena perder el tiempo conmigo? - El tiempo nunca se pierde, Ángel. Siempre nos desarrollamos gracias al tiempo. - Pero vosotros habéis detenido el tiempo del desarrollo español... y sólo Dios sabe cuándo volverá España a cerrar sus heridas y comenzar su desarrollo como si nada hubiese pasado. - Hablando del tiempo pasado, Ángel... ¿recuerdas cuando éramos niños? - Por supuesto que sí. ¿Cómo voy a olvidarlo si todavía sigo creyendo en la infancia? Tengo mucha memoria de mi infancia. Entonces la vida merecía la pena vivirla cada hora, cada minuto, cada segundo... porque la existencia, que es muy diferente a la vida, consistía en aquel entonces sólo poder saborearla momento tras momento. ¿Sabes que sólo somos los hijos de un momento? De improviso cambiamos, José Antonio, pero siempre seguimos siendo sólo los hijos de un momento. En un momento se nace y en un momento se vive... después algunos, en un momento, se mueren. Vosotros bien sabéis eso. - Yo aún no he podido olvidar aquella época. - Yo tampoco, José Antonio, yo tampoco. - ¿Éramos felices o sólo pensábamos que éramos felices? - Yo no puedo responder por ti. Cada uno tiene sus propias respuestas a ciertas preguntas sobre algunas cuestiones. Pero en cuanto a mí se refiere te puedo afirmar que, efectivamente, yo sí era feliz. - Después fuimos creciendo poco a poco, Ángel. - Así es. Crecíamos poco a poco porque saboreábamos cada instante de nuestra adolescencia. - Tú fuiste ciempre mucho mejor futbolista que yo; es más, tú sabías jugar muy bien al fútbol y yo sólo era una nulidad con el balón en los pies. - Lo importante para mí no era jugar mejor o peor que tú. Entonces yo no me fijaba en eso, porque lo que más me importaba a mí era, solamente, pasar el tiempo sin tener otra cosa en qué pensar que no fuera el balón y qué debía hacer con el balón para no perderlo. Los dos éramos fieles seguidores del Athletic Club de Bilbao pero me decepcionaste por completo, José Antonio, porque yo siempre sigo siendo fiel seguidor de los de Unamuno más tú preferiste la traición a nuestro juramento, cambiaste de chaqueta, y te hiciste fiel seguidor de los de Concha Espina. Fuiste, por un pequeño tiempo, mi ídolo pero, desde aquel momento, dejaste de serlo para siempre. - Lo siento mucho, Ángel, lo siento mucho. - ¿De verdad lo sientes mucho? ¿Sabes una cosa? No me importa en absoluto. - Pero a mí sí. Tú eras demasiado buen jugador incluso en medio de la niebla más espesa. Cuando jugabas era como si estuvieras impartiendo una verdadera lección de amor y pedagogía a todos tus compañeros de equipo sin importarte para nada quién era cada uno de ellos. Fieles o traidores, a todos los tratabas por igual. Eras un verdadero filósofo con el balón. Soñabas hasta con lo imposible; porque bien que sabías que, de haberte convertido en profesional, nunca podrías haber jugado en el equipo de San Mamés. Pero no te importaba. Seguías siendo siempre fiel a los de Unamuno. Seguías siendo siempre un verdadero león en los campos de fútbol. Nunca pude entender que yo era como un ídolo para ti y, cuando te decepcioné, fuiste verdadermaente libre en contra de mi voluntad. Eso es ser un verdadero líder natural. Yo, sin embargo, no valía para otra cosa sino para ser como el metal de los muertos. - Eres demasiado frío, José Antonio... demasiado frío para ser el ídolo de mis sueños. Traicionaste a los de Unamuno para hacerte fiel seguidor de los de Concha Espina porque sólo querías ser famoso algún día. Yo sólo buscaba el éxito y no la fama. Tú sólo buscabas la fama y no el éxito. - Esa es la frontera que nunca me atreví a rebasar... - Porque nunca supiste que no existen las fronteras si elegimos vivir la verdadera liberación y no esta patraña de liberación que os habéis inventado a sangre y fuego. No es necesario ser violento para ser valiente. Son dos cosas totalmente opuestas. Los cobardes sólo saben odiar y golpear. Los valientes sólo saben amar y acariciar. Eso es lo que nunca has sabido entender. - Es que me perdían los nervios cuando te veía jugar... - Porque a ti sólo te interesaba vencer; aunque tuvieses que hacer trampas para conseguirlo. ¿Sabes que vencer con trampas es la peor de las derrotas? Cuando los demás se dejan ganar porque te tienen miedo esa clase de victorias no son ningún triunfo, José Antonio, sino unos verdaderos fracasos; porque cuando pasa el tiempo de las trampas y el juego se convierte en serio nadie te va a creer jamás. - Por favor, te suplico que cambiemos de tema, Ángel. - Escucha, José Antonio, ese tema lo tengo superado desde siempre. - ¿Desde siempre? ¿No estás exagerando? ¿A qué te refieres con ese desde siempre? - Desde siempre que me convencí que mi destino no era permitir más trampas. Para mí, siempre es cualquier momento en que nos enfrentamos a la verdad. En la adolescencia sólo hay una verdad. - Pues los psicólogos del mundo entero dicen lo contrario. Los psicólogos del mundo entero dicen que en la adolescencia hay muchas verdades diferentes. - Se equivocan todos los psicólogos del mundo entero. En la adolescencia sólo existe una verdad: ser verdadero o ser falso. No hay más alternativas. - Dejemos eso ya... te lo suplico... por lo que más quieras en este mundo... - Yo no he sido quien ha empezado a hablar de este asunto pero lo cierto es que jamás se detuvo mi caminar pensando sobre aquello. Recordar no me duele en absoluto; pero veremos si a vosotros os duele recordar... porque la herencia del pasado siempre estará en el futuro y será el futuro quien la dé a conocer. ¡Ahí es donde nos la jugamos todos, José Antonio, ahí es donde nos la jugamos todos a una sola moneda! Cara o cruz. Nada más. Cara o cruz, José Antonio. La cara siempre ha salido para vosotros y a nosotros nos ha tocado siempre la cruz pero... veremos cuando os toque a vosotros la cruz si sóis capaces de soportarla. Yo la soporté como Dios me dio a entender. Ahora veremos si vosotros sabéis entender lo que es cargar con ese peso. Quizás hasta ya no estéis en forma para eso. José Antonio de Rivera Mola estaba tan nervioso que se mordía las uñas y decidió volver a retomar el hilo de la conversación hacia lo que más le convenía. Disimular. Eso es lo que le más le convenía en aquel momento. - Pero de pronto crecimos y empezamos a pensar en algo más importante que el fútbol. - Ley de vida, José Antonio, sólo es ley de vida nada más. Empezamos a crecer y empezamos a pensar en las chicas. - A eso quería yo llegar... - Pues me parece que has llegado demasiado tarde para poder ya remediarlo. - Yo sentía enormes celos de ti y también mucha envidia... porque a tí siempre te iba mucho mejor con ellas. - Quizás porque tú te dedicabas a castigarlas como Don Juan y a mí me tocó la enorme y pesada carga de tener que ir recuperándolas a través de la sonrisa; aunque el dolor lo llevara por dentro. Tú las castigabas sin importar quiénes fueran. Yo solamente me limitaba a respetarlas sintieran lo que sintieran hacia mí. A ti te gustaba que te adorasen todas ellas mientras yo las adoraba a pesar de todo. Cara y cruz de la misma moneda, José Antonio, cara y cruz de la misma moneda. Quizás tú sólo ponías la cara mientras yo ponía la cruz. ¿Sabes dónde está el valor de una moneda sea cual sea su origen? Hablemos por ejemplo de la peseta. No es en la cara de Franco como queréis imponer a toda España sino en el reverso. Fíjate bien en cualquier moneda. Donde viene impreso el verdadero valor no es en su cara sino en su cruz. La cruz siempre tiene el verdadero valor de cualquier moneda. ¿Lo dejamos aquí? Tengo prisa por marcharme ya. - No. Es necesario que aprenda algo más. Es cierto lo que dices. El caso es que la inmensa mayoría de ellas, al final, te querían más a ti... y lo que más me molestaba y por lo que más envidia te sigo teniendo todavía... es que también las más guapas te elegían a ti. - Eso no tiene ningun importancia, José Antonio. No me importa que las más guapas me prefierieran a mí o te prefirieran a ti... prefería que me prefirieran las mejores en todos los sentidos. Ya ves que yo también era ambicioso... pero diferente... muy diferente a lo que ambicionabas tú. - Quizás tú no le dabas importancia, Ángel... y por eso te envidio más. Al final siempre tenías más exito con las mejores que yo mismo. Recuerdo que te llamaban "El Ángel del Fútbol". ¿Cómo me hubiese gustado haber sido un joven como tú? - Nadie debe ser más de lo que es. Si eres lo que eres ya es bastante. Sólo se puede ser más de lo que se es sabiendo soñar... pero no dormido como los camarones que se los lleva la corriente general de las modas... sino con los ojos despiertos para saber bien lo que se está soñando... José Antonio de Rivera Mola no entendió nada. - No te preocupes. No es necesario que lo entiendas. Si no lo sabes vivir de nada te sirve aprenderlo. Lo que no tiene sentido es dejarse dominar por los instintos animales; porque, efectivamente, todos somos animales... pero algunos somos animales racionales... y otros sólo os habéis quedado en animales nada más. El comisario José Antonio de Rivera Mola se volvió a sentar frente a Ángel Atienza Rabadán. - ¿Los instintos animales? ¿Qué son los instintos animales según tu pensamiento? ¿Sabes tú lo que son los instintos animales? - Escucha, José Antonio, es mejor que no te explique lo que son los instintos animales según mi propio pensamiento porque no deseo que te sientas ofendido así que... es mejor que me vaya ya para Valverde. - ¡No, por favor! ¡Sólo un poco más! Necesito saber. Creo en tu sinceridad, Ángel. ¡Dime qué son, según tu propio pensamiento, los instintos animales! ¡¡No me voy a ofender por lo que digas!! - Entonces... ¿por qué me hablas gritando? - Perdona... no te volveré a gritar... - Es que si me vuelves a gritar te dejo con el grito en el cielo... a ver si así Dios te escucha... - Sin ironías, Ángel... sin ironías... - Parece que ya no te gusta ser tan irónico como lo eras antes... ¿no es cierto? - Es que... - No. No te vuelvas a contradecir una vez más por mi culpa. Échame a mí la culpa de lo que pase. Te voy a decir con total tranquilidad, y sin ironía de ninguna clase, lo que pienso sobre los instintos animales. Son aquellos instintos que hacen que los hombres dejen de ser hombres y se conviertan en simples marionetas. El comisario José Antonio de Rivera Mola, totalmente nervioso y otra vez fuera de sí, hizo crujir sus nudillos apretando una mano contra la otra. Un tic nervioso le hacía temblar su labio inferior y las venas del cuello se le hincharon pero, por cuidado de no sufrir algún desperfecto en su físico, se controló mientras Ángel Atienza Rabadán pasó del tema. - Veo que te gusta mucho la pasionaria. - ¿Qué dices? ¡¡Por favor, que nadie se entere porque me fusilan de inmediato!! - Pero si yo sólo me estoy refiriendo a la flor que tienes dentro de ese frasco que hay sobre tu mesa. Veo que tienes muchas fantasías eróticas de carácter peligroso para tu propia vida. - ¿Es que es la pasionaria? - Efectivamente, esa flor es la pasionaria. Conozco bastante sobre las flores porque he leído de literatura azteca precolombina y te afirmo y aseguro que esa es la pasionaria. El comisario José Antonio de Rivera Mola, totamente enloquecido, agarró el frasco de cristal y lo estampó contra el suelo rompiéndolo en mil pedazos. - Cada pedazo del cristal que has roto te gritará por las noches atacando a tu conciencia. ¡Ojalá puedas dormir bien después de haber hecho eso con la pasionaria! - ¡Quiero cambiar de conversación, por favor te lo pido... te lo suplico... y que nadie más se entere! - Está bien... sigue contándome lo que quieras... pero date prisa que me queda ya muy poco tiempo para perderlo contigo sabiendo que lo puedo aprovechar mucho mejor hablando con ella. - Ahora que hablas de ella... ¿sabes cuándo te envidié con más fuerza y por qué te sigo envidiando? - Como no me preocupa dicho tema no quiero saberlo. - Es que tengo que confesártelo. - ¿No tenéis a los curas para hacer confesiones? Yo no soy ningún cura, no he sido jamás ni tan siquiera monaguillo como sí ha ocurrido con otros muchos y no pertenezco a ninguna religión. Tampoco sé cuántos padrenuestros y cuántas avemarías hay que rezar para ser perdonado. - No, Ángel, no. Ya sé que no eres así y por eso también te envidio. - Pues estamos arreglados con tanta envidia... pero... ¿a dónde vamos a ir a parar a este ritmo? - Lo que sucede es que cuando enamoraste a la Amparito... - ¡Para un momento el carro, boyagas! ¡No te permito que la trates como si fuera una de esas fulanas a las que estás tan acostumbrado! ¡Si la vuelves a llamar la Amparito te rompo las narices! ¡Así que cuando hables de ella la respetas y la llamas Amparo! ¿De acuerdo, boyagas? ¡Que nunca se te olvide jamás! ¡Con las narices rotas vas a estar más feo todavía de lo que eres! El comisario José Antonio de Rivera Mola volvió a temblar de la cabeza a los pies cuando vio a aquel gigante levantarse de su silla. - Vuelve... a... sentarte... por favor... -dijo tragando saliva hacia dentro. Ángel Atienza Rabadán volvió, tranquilamente, a sentarse. - Eso ya está mejor. Me parece que a pesar de lo bruto que eres todavía te queda un gramo de inteligencia... aunque sea un solo gramo nada más. - Lo que quiero decirte es que cuando enamoraste a Amparo, te casaste con ella y te la llevaste de Madrid hasta ese pueblo perdido donde sólo Dios lo sabe... te llevaste a la chavala más guapa que yo he conocido. Por lo menos era la más guapa que yo he conocido. Y por eso te sigo teniendo envidia todavía. - ¿Todavía me sigues teniendo envidia por eso? Pero... ¿qué te sucede?... ¿acaso no tienes otra cosa en qué pensar nada más que tenerme envidia en cada instante en que te vienen a la memoria recuerdos que ya pasaron? - Por cierto... ¿cómo está Amparo? - Cada vez más buena por dentro y cada vez más guapa por fuera. ¿Pasa algo por eso? - No, nada... - Entonces... ¿me puedo ir ya? - Espera... ¿cuántos hijos tienes con ella? - Una hija y cuatro hijos y aquí es a lo que voy yo ahora. No puedo perder más tiempo hablando con un pazguato como tú, que me tiene envidia por todo lo habido y hasta lo no habido, porque he de volver a Valverde. Las tierras las tengo algo abandonadas estos días y es necesario que no se pierda la cosecha porque tengo que sacar adelante a Amparo, a mis cinco hijos y a mi suegra. - ¡Jajajajaja! ¡Me haces reír, Ángel! ¿También vive tu suegra contigo? - Por supuesto que sí; pero no sé qué gracia tiene el asunto. ¡Te advierto que no admito chistes sobre suegras ni en broma ni en serio! Son todos machistas y a mí el machismo jamás me interesó ni en broma ni en serio. ¿Te enteras contreras?. - Está bien. No te contaré ningún chiste malo. ¿Qué es lo que estás haciendo en la capital? - Estoy arreglando unos papeles. - Dime qué es lo que necesitas. Ya sabes que hemos vencido y ahora yo conozco a los que tienen el poder; así que dime lo que necesiatas, hago una simple llamada telefónica y lo tienes resuelto ya mismo. - No, gracias. No quiero deberte nada para que luego me lo cobres con intereses. ¡A la mierda la guerra civil! - No vuelvas a repetir eso. Hoy es el Día de La Victoria. - Habéis vencido pero no habéis ganado nada; porque, en realidad, todos hemos salido perdiendo. Esta guerra ha sido el capítulo más negro y más absurdo de toda la Historia de España... así que me da la real gana volver a decirlo. ¡A la mierda la guerra civil! - ¡Era necesaria, Ángel, era necesaria! - ¿Era necesaria? ¿De verdad crees que era necesaria? Sabes que no soy ni he sido nunca jamás de ningún partido político ni de ningún sindicato pero... ¿se puede saber qué diferencia hay entre vosotros los fascistas y los nazis de Hitler? - Recuerda que Franco le negó a Hitler su paso por España en la reunión que tuvieron en Hendaya. - No fue por gusto suyo. - ¿Cómo es eso? - Recuerda tú que a Franco le dio un aviso Roosevelt. - ¿Sí? ¡No sabía yo eso! - Pues a ver si te enteras mejor de lo ocurrido en Hendaya. Los norteamericanos le avisaron a tu querido Francisco que iban a entrar en el cisco... y perdona el chiste malo pero a ver si te gusta a tí ahora seguir contando chistes malos... para intervenir contra las belicosas acciones de Hitler. ¿Y qué crees que estaba tramando tu querido Adolfo? Después de querer acabar con todos los judíos, con todos los húngaron, con todos los polacos, con todos los gitanos, con todos los negros, con todos los homosexuales, etcétera, también quería acabar con todos los portugueses y, por supuesto, con todos los españoles. ¡Ese es tu dios, patriota! ¿Tú crees que Hitler no está loco? ¡Está loco de remate y quería rematar su faena matando a todos los españoles! ¡Ese es tu dios, patriota! - ¡¡Franco y el papa lo hubiesen impedido!! - Además de bobo, tonto y memo, eres ignorante, José Antonio. ¿Tú eres de los que creen que Franco es Dios? ¿Tú eres de los que creen que Pío XII es Dios? ¿Crees, de verdad, que el papa es infalible? - Los católicos sabemos bien que es cierto. - Los católicos sí os lo creéis pero los verdaderos cristianos no. Los verdaderos cristianos sabemos que el papado siempre ha tenido intereses en las guerras en las que han intervenido y la guerra civil española no es una excepción que confirme la regla. Sin embargo, Jesucristo, que sí es infalible porque es el verdadero Dios, nunca tiene interés en ninguna guerra. Jamás permite que se maten hermanos contra hermanos o seres humanos contra seres humanos. - No había pensado yo en eso... - Pues aprende que fue Jesucristo quien dijo amaos los unos a los otros como yo os he amado y que también fue Jesucristo quien le dijo a Pedro que enfundara su espada porque quien a hierro mata a hierro muere. - Ahora que citas esas frases... ¿me puedes hacer un pequeño favor? Sabes que te lo pagaré con creces. - ¿A qué favor te refieres? - Sólo dime el nombre de pila del líder de los rojos en Valverde. Tú conoces muy bien a todos los valverdeños. Sólo te pido su nombre de pila. - ¡Vete al carajo! ¡Me la sudaís tanto vosotros los azules como los rojos pero nunca seré un chivato! Y mucho menos un vulgar chivato. Puedo saber quieén es o no puedo saber quién es pero no podrás saberlo tú de mi boca porque de mi boca nunca saldrá esa información. - ¡Sólo es para hacer justicia! -¡Que te repito, otra vez, que me la sudáis tanto vosotros los azules como vuestros rivales los rojos! Vosotros los falangistas que os dignáis llamaros auténticos no estáis haciendo justicia sino cumpliendo venganza. ¿No es suficiente ya con el casi millón de muertos de la jodida guerra que todavía queréis seguir derramando sangre de inocentes? - Tú aprecias mucho a tu familia.. ¿no es cierto? No querrías por nada del mundo que algo malo le ocurriera a alguno de ellos o de ellas... ¿no es cierto?. - ¡¡Eso si que no te lo consiento, cabrón!! ¡¡Si algo malo le sucede a uno sólo de los miembros de mi familia, por los clavos de Jesucristo, te juro que te corto la cabeza con mi propia hacha y ya sabes que mi hacha siempre está bien afilada!! ¿Has oído bien, mamarracho? Escucha, José Antonio de mierda... si algo les ocurriera a uno de ellos o de ellas no te salvas ni aunque te escondas en la Selva Negra de tu querida Alemania nazi. ¡¡Si algo le ocurriera a uno de ellos o de ellas date por muerto!! José Antonio de Rivera Mola tembló de los pies a la cabeza mientras una sarta continuada de ruidosas y malolientes ventosidades salían de su trasero. La cara la tenía completamente demudada cuando acertó a pronunciar las palabras como si le estuviesen estrangulando. - ¡¡Te... juro... por el Dios... verdadero... que nada malo... le va... a ocurrir... a ninguno de ellos o de ellas!! - Tu juramento me vale a mí menos que los de una celestina. ¡¡Ten mucho cuidado conmigo boyagas!! - Calma... por favor... calma, Ángel... que te juro que no les va a pasar nada... - Por tu vida eso espero. - Pero..,. por favor... dime sólo el nombre de pila del líder de los rojos de tu pueblo. - Y yo te digo que sobran chivatos en esta España de hoy para que lo sepas. Búscate a uno de esos y que él te informe. - Está bien. Tarde o temprano lo vamos a saber porque, efectivamente, tenemos a muchos chivatos que por sólo un miserable puñados de pesetas nos darán esa información. - Como Judas traicionando a Jesucristo. - Exacto. - Entonces, aclarados ya todos los asuntos, ¿puedo marcharme ya?. En el pueblo hace días que me están esperando y deseo volver con ella ya mismo. - ¡Eres valiente, Ángel, muy valiente! ¡De verdad que eres el hombre más valiente que yo he conocido! - No hace falta que me elogies ni para bien ni para mal. Nunca hago caso de los elogios en ninguno de los sentidos. Sólo soy un hombre normal en medio de un mundo de locos endemoniados como si esta España nuestra se hubiese convertido en una tragedia de Dostoievsky. ¡Estoy hasta los mismísimos tanto de vosotros los azules como de vuestros rivales los rojos! - Sólo una última cosa, Ángel. La Falange necesita hombres como tú y no tanto niñato de papá que sólo aparecen cuando nos van bien las cosas y además siempre en retaguardia y sin haber peleado nuncca en ningún frente armado. ¿No te interesa ser parte de nosotros? - No quiero ser un gilipollas. - ¿Cómo has dicho? - Que no quiero ser un gilipollas vestido de niño al mando de un grupo de niños vestidos de gilipollas. El comisario José Antonio de Rivera Mola quedó con la boca abierta mientras Ángel Atienza Rabadán, con toda tranquilidad y entereza de ánimo, se levantó de su silla, marchó erguido hasta la puerta, la abrió con firmeza y salió hacia Carretería en busca de un transporte para volver a Valverde.
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