MINIFICCIN
Publicado en Feb 18, 2012
LA ALCOBA
A mi abuela se le han muerto casi todos sus hijos y nietos. Quedamos mi hermano y yo, turnándonos durante las noches cuando ella exige que llevemos a su alcoba los retratos. Primero eso. Y luego la ropa. Y por último algunos objetos familiares que ponemos alrededor de su cama. Acompañada por fotografías, a mi abuela no la hiere su soledad. Para entretenerla mientras ella balbucea con cada fotografía, mi hermano habla como lo hacían ellos. Ríe igual que reían ellos o relata cuanto les sucedió ese día. Entonces mi abuela ríe hasta llorar. Son muchos. Gran parte de la familia se reúne en la alcoba y parece que hubiera fiesta. Les ofrezco vino pero no entro porque no hay espacio para mí. Cuando se fatigan de hablar mi abuela prende la grabadora y escucha a Ofra Haza hasta el amanecer. Sólo Ofra en la habitación y esto es lo más conmovedor para ambos: En la alcoba sólo Ofra. Por la mañana mi hermano devuelve las fotografías, la ropa húmeda de sudor y los objetos. Él es más apegado a la abuela porque la acompaña lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábados. Los domingos se reservan para mí. Ella espera impaciente aunque sabe que no le llevo su carga de fotografías ni imito la voz de ninguno de sus muertos. Entro en la alcoba de la abuela, me pongo su piyama, me acuesto en su cama, me cobijo con sus mantas y entonces espero que sea lunes. Se me han muerto casi todos mis hijos y mis nietos.
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