Una mujer otoñal y un joven vigoroso lleno de vital hormona masculina, que fue vaciada en la boca y  en la cara de la dama porque creía rejuvenecer por dentro y por fuera,  luego de que el pene fuera frotado entre sus dos grandes senos que parecían llenos de leche, así como entre sus carnosas y anchas caderas que hacían olvidar la curva de su cintura, mientras el cuerpo musculoso era abrazado por las piernas parecidas a un tallo joven de madera maciza con muy pocas estrías. Esa era solamente una estrategia para llegar a sentir un placer más duradero, ya que ella no dejó descansar a su amante a quien luego de perder millones de vida le pedió que acariciara con la lengua la humedad de su vagina que esperó pacientemente ser penetrada, cabalgando sobre un pene que volvió a revivir, esta vez por cuarenta minutos con rectitud militar la grotesca y lenta agonía de la dama engatusada que se quedó muchas veces en el sereno de la tarde  esperando una nueva alborada de caricias desperdiciadas  en  las alucinaciones arabescas de su esposo, vestidas de orgias que dejaban abandonada sin piedad  la estética de su desnudez sobre la llanura de hedonismo casi radical, en donde pasaba sus transcursos sombríos esperando  en lo espacial de la distancia una alondra de espejismo erótico,  que se fue extinguiendo en el ayer con el tedio de los rumores indiscretos que devoraron en clamores de despecho al marido infiel.