AURELIO NGEL BALDOR
Publicado en Feb 22, 2012
El profesor llegó al salón y encontró a sus alumnos dormidos. “¡Buenas tardes, jóvenes!”, susurró entre dientes para no despertarlos. Deseaba que hubieran visto el ramo de rosas que trajo consigo. Del recipiente para la basura extrajo el Álgebra, de Baldor. Limpió el polvo con su pañuelo de seda y dejó el libro entreabierto sobre el escritorio, junto al ramo de flores marchitas, mientras escribía varias ecuaciones en el tablero.
Cuando el polvo de la tiza cayó sobre sus zapatos, por la ventana entró una abeja y comenzó a rondar el salón. El profesor fragmenta la tiza y arroja pedazos contra el insecto. Un alumno despierta y el profesor gesticula para que se aproxime al tablero. Está hablándole al oído. Creo que le solicitó el favor de llamar al celador o a Libia Echeverri, la coordinadora de disciplina. Ambos sonríen al descubrir que la abeja forcejea para desenredarse de la telaraña donde quedó atrapada. Alguien pasapor el corredor y golpea con un lapicero sobre la puerta metálica del salón. Todo el grupo despierta y mira hacia donde la abeja sucumbe bajo la pequeña araña envolviéndola en sus hilos. El profesor grita cuando por la puerta entra el celador con una mariposa sobre la cabeza.
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