¿Sabes? Desde que mi madre murió decidí no entregarle amor a nadie. No querer ilusionarme, no saber nada de nadie. Me quedé con mis abuelos, 17 años olvidando lo que era el amor de familia.
Ninguna caricia, ningún te quiero, con suerte un pequeño detalle para sus cumpleaños.
Y hoy, abuelo, que te veo en ese estado, pienso en todo lo que te hice sufrir.
Sé que esperabas que yo fuera igual que mi madre, siempre dándote abrazos, acariciando tu cabeza, contando secretos.
Cuando entro a ese lugar tan grande, que parece laberinto lleno de dolor y lágrimas, siento cómo mi lágrimas quieren salir, pero las estanco para que no me veas llorar.
No quiero perderte, y ¡no es ser egoísta! Sé que estas sufriendo... Pero nosotros sufririamos también si te fueras a otro plano espiritual.
Me cuesta tanto decirte que te quiero, que te necesito, que has sido el hombre de la casa, el que me enseñó a ser observadora, sensible, caritativa, entre muchas otras cosas.
Pero lo haré si hace falta, esta piedra que tengo en mi corazón contra mi familia, se irá desvaneciendo. 
Te recuperarás viejito. Te recuperarás.