Al despertar por las mañanas, solo quiere levantarse, y elegir la ropa mas bonita que tiene para usarla. Salir y cantar como los pajaros en primavera. Mientras el sol se ilumina por su ventana, y aquellos adornos que alumbran su habitación, siente que su alma cansada se alegra un poco. Sin embargo, camina hacia un espejo, y lo único que ve es a una mujer, no a una niña, cansada, con su rostro ajetreado, sin saber que es lo que le espera, sabiendo que en algún momento le llegarán insultos o malas caras sin ninguna razón aparente. Que su casa es su propio internado, y que sólo puede salir cuando le encargan alguna cosa. Por las noches se duerme pensando que estorba en casa, no sabe que hacer, pero algo le llega a su mente, y es deshacerse de su vida.
Es fácil, pero aún así, no quiere hacerle daño a sus familiares, que según ellos la quieren tanto. ¿Hasta cuando dejará de pensar en los demás? Siente que todo lo que hace es un fracaso más. Le duele hasta el alma, siente un pesar inmenso en su corazón y en su pecho. No quiere contarle a nadie, porque a cada persona que le cuenta, vienen aquellos consejos que una y otra vez han sido repetidos. Y piensa: "Lo que tengo no es de mi mente, es de mi alma, de adentro, de muy dentro de mí".
Se siente sola cada vez que entra a su pieza, hay tantas manos para ayudarla, pero no puede alcanzar ninguna, y si llega alcanzarla, es la equivocada. Su vida es un castigo, por que ella eligió ese camino. No obstante, al caminar por las calles, siempre anda con una sonrisa, cueste lo que cueste, siempre está ahí.
No quiere mas problemas, no quiere seguir en su casa, solo quiere ser feliz. Rostro decaído, muerto. No vive, muere por dentro cada vez que ve esa mirada traicionera. Y ella le dedica una frase en su mente cada vez que la vé: "El diablo vendiendo cruces"