EL HAIKU QUINDIANO
Publicado en Mar 05, 2012
“Una iluminación espontánea penetra la eternidad; la eternidad es un instante. Cuando uno comprende el instante eterno, ese ilumina a la persona que lo contempla”. Del Mu-Mon Viejas y nuevas definiciones de haiku En múltiples tratados sobre el género, se encuentra la más reiterativa y primaria definición de haiku: “Una forma especial de poesía japonesa en tres líneas, de las cuales la primera tiene cinco sílabas, la segunda siete y la tercera nuevamente cinco”. Es la explicación de su forma ortodoxa en oriente y algunos lugares de occidente, donde numerosos poetas que lo han escrito adoptan dicho molde, clásico por su rigidez y su exigente estructura silábica. El estudioso inglés Reginald Horace Blyth, con acentuado matiz poético e íntimas vivencias zen en su haber, profundiza este tipo de poesía cuando señala, cercano a la esencia de dicha forma: “Un haiku no es un poema, no es literatura. Es una mano agitándose, una puerta a medio abrir, un espejo límpido. Es una vía de retorno a la naturaleza, a nuestra luna natural, nuestro natural cerezo en flor, nuestra naturaleza de hoja caída, nuestra naturaleza búdica. Una vía en la cual la fría lluvia invernal, las golondrinas vespertinas e incluso el día más caluroso y la longitud de la noche, se vuelven verdaderamente vívidas”. Para el escritor Alan Watts, estudioso del budismo zen, haiku “es un poema de diecisiete sílabas que deja el tema casi en el momento de tomarlo. Guijarro arrojado al estanque de la mente del oyente, que evoca asociaciones de su memoria invitándolo a participar en lugar de dejarlo mudo de admiración mientras el poeta se luce”. Kenneth Yasuda, crítico y teórico americano-nipón del haiku, doctor en literatura japonesa, precisa: “Es una forma de expresión poética que utiliza predominantemente sustantivos, centrada en grupos de palabras de diecisiete sílabas”. Octavio Paz, tan próximo a la filosofía y la estética budistas, cedió con gusto al encanto del pequeño poema y presentó su definición: “Es la anotación rápida -verdadera recreación- de un momento privilegiado: exclamación poética, caligrafía, pintura y meditación, todo junto”. Basho y Shiki, maestros del género, observándolo desde puntos de vista antípodas, sin restarle identidad declaran, el primero desde su visión y experiencia zen del mundo y su milagrosa cotidianidad: “Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento”; y el segundo, desde su intelectual erudición y sus investigaciones heterodoxas plenas de rupturas con el canon japonés, para quien fue imperativo apartarse de la estética pretérita cuestionando la tradición anquilosada y abriendo a dicha forma nuevas vías de expresión literaria: ”Queremos dar el nombre de haiku a toda clase de ritmo. Más aún, versos que amplían el campo desde 14 o 15, hasta incluso 30 sílabas pueden llamarse haiku”. Los traductores Alberto Manzano y Tsutomu Takagi, al identificar las tres grandes fuentes doctrinales del haiku: budismo, taoísmo y confucianismo, para definirlo recurren a esta espléndida analogía que resume con histórica transparencia su realidad literaria: “Tres ríos caudalosos desembocando en una gota de agua”. Entre el siglo XVI y el XXI, o más precisos aún, desde el siglo XV cuando Sogi, padre del haiku, sostuvo que la poesía expresaba “momentos de visión”, la vitalidad e intemporalidad de dicha forma se encuentra en su flexibilidad, en su acoplamiento al flujo histórico y las concepciones religiosas, sociales y culturales del mundo, sin perder identidad formal ni esencial, su auténtica naturaleza de puente entre realidad objetiva y experiencia subjetiva del poeta. Del ancestral 5-7-5 silábico, a las irregularidades propias del ziamari contemporáneo avivadas por haiyines como Hekigodoo, elhaiku es un hecho literario innegable, vivo y sin fronteras lingüísticas. “Lo más trascendente que un alma puede hacer en este mundo es ver. Por una persona pensando, hay millares hablando. Pero de mil que piensan, sólo una VE”. El haiku es producto literario de tal percepción, arraigada a la intuición. Osho, filósofo y poeta de India, discurriendo iluminado sobre poesía al establecer un paralelo entre un poema de Tennyson y otro de Basho, aclara: “Estaba leyendo los famosos haikus de Basho, el maestro y místico zen. Para la mente occidental no parece poesía importante. Escúchalo con mucha atención porque cuanto interesa no es lo que tú consideres poesía importante, sino su profundo enfoque. Contiene una increíble poesía pero para sentirla tendrás que ser muy sutil. No lo podrás entender de forma intelectual sino sólo de forma intuitiva”. Y agrega: “El haiku únicamente evoca, el haiku sólo indica de modo muy indirecto. Ese es el camino de Buda. Descubrir lo extraordinario en lo ordinario, descubrir todo en el ahora, descubrir todo en esto. Buda lo denomina tathata”. Max Verhart, notable estudioso del haiku antiguo y moderno, en su ensayo La esencia del haiku percibida por los haijin occidentales, reconoce que cualquier definición de haiku puede ser y será discutida. Una definición determinante es imposible, dice, y propone tres categorías de definiciones para el haiku: Descriptivas, simbólicas e intuitivas. De la amplia encuesta hecha por Verhart, resaltaremos tres respuestas por cada definición. Descriptivas. Vanessa Proctor, de Australia, “Haiku es una concisa forma poética que a menudo es inspirada por una epifanía o una estrecha observación del mundo natural”. Ginka Biliarska, de Bulgaria, “Haiku es el modelo de poesía absoluta, un monopoema libre y rítmico de 5-7-5 palabras significativas, una lacónica expresión de impresiones que reflejan el mundo cambiante”. Ingrid Kunschke, de Alemania, “Un haiku es un poema corto y sucinto, que evoca la conciencia del hombre en su lugar en el tiempo, mostrando los aspectos del mundo de un modo concreto, vívido y afectuoso”. Simbólicas. Vladimir Devidé, de Croacia, “Un haiku es la única correcta respuesta al siguiente koan zen: usted quizás no puede expresar su experiencia en palabras, pero justamente usted tiene que hacerlo. ¿Qué hace, entonces? ¡Hable, hable!”. Martín Lucas, de Reino Unido, “Haiku sólo es definido por cada haiku que es escrito, y en cierto modo, cada nuevo haiku redefine haiku”. Borut Zupancic, de Eslovenia, “Haiku es el silenciador discurso del silencio”. Intuitivas. Ewa Tomaszewska, de Polonia, “¿Qué es el haiku? Para mí es un camino de tres pasos. El primer paso es liberarse de todas las ansiedades, el segundo es una desilusión meditativa, y el tercero es el regreso a la propia identidad”. Ion Codrescu, de Rumania, “Un haiku es mi respuesta con la forma de un pequeño poema, con imágenes directas, al mundo, que nunca deja de sorprenderme por sus vistazos de fragilidad en la eternidad, por sus momentos de misterio, belleza y diversidad”. Fay Aoyagi, de Estados Unidos, “Haiku es la forma de poesía más adecuada para expresar cómo vivo y cómo me siento. Un medio para ser profundo y evocador”. Las protéicas definiciones para un menudo poema de tres versos, llenan libros, atiborran la mente y el corazón y, al final, como definiciones nada solucionan: se oponen, se complementan, se niegan, transforman en complejo lo sencillo, desviando la mirada del poema, del poeta y de las cosas en sí. Tal vez sean útiles para propósitos académicos. Para racionalizar lo no razonable y levantar catedrales sobre una brizna de yerba. Sin embargo no se requieren para escribir un auténtico haiku. Ni para leerlo. Mucho menos para encontrárselo en el lugar por donde caminamos. En el iluminador poema conocido como Hsin sin ming, libro de la nada, escrito por Sosan, tercer patriarca del zen, leemos: “Frases huecas, juegos del intelecto, cuanto más nos entregamos a ellos, más nos perdemos. Alejémonos de ellos y no habrá ningún lugar por el cual no podamos pasar libremente”. -El haiku es el no-lugar de la poesía donde más caminos encontraremos para ir, regresar o quedarnos allí. José Juan Tablada en Colombia Tanto el haiku del Quindío, representado por la sucinta incursión formal y temática del calarqueño Luis Vidales en su libro Suenan timbres, como el haiku de Colombia y de Latinoamérica -de la lengua castellana donde dicha forma de poesía nipona se introdujo luego de haberlo hecho en la francesa, inglesa y alemana-, nacen y fluyen renovadores por la poesía hispanoamericana a raíz de las obras publicadas por el escritor mejicano José Juan Tablada, después de este visitar a Japón durante un año y afianzar aquí su visión estética de tal cultura, cuya poesía le indujo a una interpretación plástica de la naturaleza, instigándole nuevos sentidos del paisaje con mayor valoración de la imagen y fina concentración de la palabra. Años atrás, Tablada había leído y traducido textos de Edmond de Goncourt. Además, en 1914 había publicado el libro en prosa Hiroshigué, donde incluyó la traducción de un haiku de Basho a cuya sombra, y a la de Chiyo-Jo, monja poetisa, cinco años después dedicaría su poemario Un día… Respecto a la raíz de su interés por este tipo de poesía remota y opuesta a cuanto se pensaba y escribía en Hispanoamérica y Méjico por aquellos años, Carlos García Prada señala al escritor francés Paul Louis Chouchoud como iniciador del mejicano en tal forma poética. La absorción del haiku fue determinante para la poesía posmoderna irrumpiendo en Latinoamérica. Algo especial había en su percepción del mundo, si Tablada se asombró con el haiku y algunos de sus representantes clásicos posiblemente reencontrados en Japón. Guillermo Sheridan, en prólogo al Diario del mejicano, aclara: “Fue un hombre que adiestró su sensibilidad hasta ponerla en un continuo estado de alerta, y si no dejó que nada se le escapara fue porque permitió que todo lo sorprendiera”. Atina Sheridan al mencionar el estado de alerta y el asombro de Tablada frente al mundo, elementos propios de quien escribe haiku, “expresión de un estado donde la visión y el ser son perfectos, pues el hombre ya no está dividido, sino incorporado a la Tierra, al Cielo y la Divinidad”, afirma Michel Waldberg. El impacto emocional e intelectual del viaje a Japón, subsidiado por la Revista Moderna y su propietario Jesús E. Luján, se concretará en descriptivos textos con el título genérico de Álbum del Extremo Oriente, desde los cuales se “divulgarán en nuestro medio ignaro las maravillas de ese arte intenso, exquisito y sinuoso” de tal cultura, según consignó Tablada en su Diario (1900-1944). Si de alguna manera este se aproximó al haiku en japonés durante su breve estadía en dicho país, o lo descubrió en traducciones hechas al inglés y al francés por estudiosos como Satow, Mitford, Chamberlain, Rosny, Lafcadio Hearn y Louis Chouchoud, poco importa para el proceso de asimilación en el mejicano. Leyéndolo o escribiéndolo, el haiku es claridad y penumbra. Deslumbrante anochecer con fulgor de luna, con brillo de estrellas, con centellantes luciérnagas u oscilante luz de vela haciendo señales de vida al poeta. Crepúsculo. Nacientes sombras del anochecer. Ambas, luz y penumbra, las contiene el haiku sin antagonismos. En todo haiku hay luminosidad y penumbra en su tema, en las evocaciones y sentimientos del autor al escribirlo y, desde su mirada alerta, al percibirlo en cuanto lo rodea y comunicarlo mediante tres versos, producto de un acto de conciencia lúcida hacia cuanto coexiste con él. Blyth lo describe magistral: “Haiku es la creación de cosas que ya existen por su propio derecho, pero necesitan del poeta para poder llegar a la plena estatura del hombre”. Venustiano Carranza, el presidente mejicano, concedió a Tablada un puesto en la Legación mejicana de Bogotá desde donde el escritor intensificaría su compromiso propagandístico desplegado en favor de ideas y acciones políticas de dicho mandatario. Poesía, arte mejicano y en particular la nada discreta apología del gobierno de Carranza, fueron la desvergonzada y reiterativa temática de Tablada en periódicos colombianos y frívolas reuniones literarias en las cuales la burguesía bogotana se entretenía con el fachendoso poeta. Investigando en publicaciones periódicas de la época, es posible encontrar referencias a Japón, al haiku y posiblemente al libro que por esos días escribía Tablada y se convertiría en el poemario introductor del haiku en lengua española. El ostentoso poeta mejicano llegó a Bogotá, con su esposa Eulalia Cabrera Douval, el jueves 9 de enero de 1919 y se quedó en nuestro país hasta finales de diciembre del mismo año, cuando viajó a Venezuela no sólo por problemas con la altura de la capital de Colombia, sino por serios enfrentamientos con el ministro mejicano Manuel Ugarte, quien le despojó de su pasaporte acusándolo ante la cancillería. Desde Bogotá, Tablada envió a Caracas los originales de su libro Un día… publicado allí el 1 de septiembre de 1919, tres meses antes del poeta abandonar a Bogotá. En esta ciudad, en el sector de La Esperanza, durante el lapso comprendido entre febrero y mayo, escribió los 38 haikus del libro, según fecha anotada al final de su obra. Por motivos desconocidos, decidió no publicarlo aquí y enviarlo al lugar para donde pronto viajaría en cumplimiento de sus obligaciones diplomáticas. Publicado en la Imprenta Bolívar, de Caracas, inauguró la entrada de tal forma poética oriental en la literatura castellana. Siete años más tarde, el poeta quindiano Luis Vidales Jaramillo, nacido en Calarcá y residente hasta su muerte en Bogotá, publicaría Suenan timbres, incluyendo en este libro tres haikais con características más de greguería que de haiku, en la línea zoológica de algunos de Tablada. No hay certeza de que antes de publicar su poemario, Vidales se hubiese inspirado en el de Tablada, cuya propuesta poética vanguardista pronto despertaría interés en decenas de poetas latinoamericanos. Emocionado con el haiku japonés, el nómada mejicano escribió su libro en Colombia y lo publicó en Venezuela dedicándolo a la monja poetisa Chiyo-Jo y a Basho. Dividido en cuatro partes: la mañana, la tarde, el crepúsculo y la noche. La primera, contiene doce haikus; la segunda, nueve; la tercera, nueve también y la cuarta, ocho. Entre ellos, luciérnaga, de dos versos. Treinta y ocho haikus encabezados con títulos impropios de tal forma poética, agregados a la estrofa como referencia para mejor percepción de la imagen. Lustros más tarde, Octavio Paz señaló: “Tablada oía crecer la hierba, es el primero que adivina la llegada del nuevo monstruo; la bestia magnífica y feroz que iba a devorar a tantos adormilados: la imagen”. El haiku en el Quindío: Luis Vidales Luis Nelson Vidales Jaramillo (1900-1990) quien por su ideología, formación literaria y definidos intereses políticos es el poeta más distanciado de cuanto representa el haiku en su filosofía y su estética, puede considerarse como introductor del haiku (el suyo sería más un haikai) en el Quindío y en Colombia. Una incipiente muestra de tres renglones en la línea del micrograma, distante del haiku japonés en su forma, su tema, su estética y su fuerza evocadora, incluida en Suenan timbres (Bogotá, 1926) puede considerarse punto de partida del haiku quindiano: SUPER-CIENCIA Por medio de los microscopios los microbios observan a los sabios. Raíz literaria también del haiku colombiano. Nace en 1926. Hoy por hoy, sigue escribiéndose en el Quindío y otros departamentos de nuestro país, de manera esporádica en múltiples personas, ocasionales conocedoras del género o con algún grado de información sobre este. Y de manera persistente en unos pocos poetas, lectores, estudiosos y escritores de haiku para quienes tal forma no es pasajero entretenimiento sino un Do, camino estético de exploración interna y de filosofía frente al mundo y la vida. El haiku y el mundo transmiten a la persona cuanto ella merece recibir, aquello capaz de aprehender por sí misma en el nivel de sensibilidad y conciencia donde se encuentra. La comprensión literaria y realista del haiku depende no sólo de su contenido, sino también del grado como la persona reacciona frente a él. Un significado excelso sólo es perceptible para una persona elevada, vivencial consigo misma y su mundo circundante. A Vidales lo animaron más las chispeantes greguerías (1917) del ibero Ramón Gómez de la Serna, que el haiku japonés o el trabajo de Tablada. Otra obra esencial en la construcción de Suenan timbres pudo ser La pipa de Kif, de Ramón del Valle Inclán, con poemas destilando humor semejante al que desplegaría Vidales en su libro. La alucinante pipa de Kif y sus ocurrencias funambulescas, su crítica social y religiosa y sus juegos literarios, publicada el mismo año (1919) que en Caracas editaron el libro de Tablada, comulga con el vanguardismo literario europeo de esas décadas: ironía, malabares gratuitos, gestos provocadores de una poesía carnavalesca centrándose más en los juegos que en las afirmaciones. La pipa de kif, del adicto Valle Inclán y la pipa cotidiana, ritualística, de Ramón Gómez de la Serna, no están distantes de la familiar pipa usada por Vidales, parte de sus hábitos y su imagen literaria hasta la muerte. “Pero sobre mi pipa/ el cielo le da a los sueños/ una larga clase de cosmografía”. De cinco versos, un haikai próximo a los de Tablada: ACUARELA Los pavos reales que pasean su luz verde sobre los patios le abren sus paraguas chinescos al sol. Y este otro de cuatro líneas, que podría ser una greguería en verso: OJO Sobre la cola del pavo real se abrieron una mañana los ojos de las mujeres muertas. Y no se han vuelto a cerrar. En otros poemas de Suenan timbres, pueden espigarse versos e imágenes propios del haiku: “Ruidos en la ciudad que sólo es calles y calles”. “Por los alrededores de Bogotá merodea la luna”. “Lluvia sobre los grandes cajones de las casas. Lluvia. Lluvia”. “Nadie ha visto el viento pero las hojas van señalando su rumbo”. ”Ropa colgada adentro de las vitrinas”. ”Tiempo seco. Viento alto del Norte. Escribo y miro hacia el azul”. “A través de la distancia las campanas conversan unas con otras”.”Y la luna alumbra porque le da su reflejo el vitral de una ventana”. “La mujer ha pasado pero sus pasos se quedaron sonando para siempre dentro de mí”. A partir de los años ochenta, Quindío es la región de Colombia desde donde tal forma poética se divulga con mayor énfasis a través de revistas, periódicos, talleres, investigaciones, traducciones y publicaciones de libros. Carlos Alberto Castrillón, por ejemplo, tradujo en 1992 haikus de 26 poetas norteamericanos: L.A.Davidson, Elizabeth Searle Lamb, Robert Spiess, Cor Van Den Heuvel, Penny Harter, Lee Gurga y Ty Hadman, entre otros. Y mediante contacto epistolar con poetas de Colombia y otros lugares del mundo, en particular Brasil, donde junto con los haiyines H.Masuda Goga, Roberto Saito y Francisco Handa, Umberto Senegal publica en Sao Paulo el libro Antología del haiku latinoamericano (Massao Ohno Editor,1993). Castrillón y Senegal tradujeron del portugués a varios poetas brasileños. La revista literaria Kanora, de Calarcá, fue el medio más efectivo para la divulgación del haiku durante los años 80 y 90. De junio 1 de 1990 a julio de 1991, se editó en este municipio el plegable Neblina, especializado en dicha forma poética. Se remitía a miembros de asociaciones de haiku y a poetas que lo escribían o estudiaban en más de 50 países. Órgano de difusión de la Asociación Colombiana de Haiku, fundada en 1983 en Calarcá, la cual se integró a la HI, Haiku International Association, con sede en Tokyo, de la cual fue una de sus socias fundadoras. En la actualidad, desde el Quindío se continúa con el trabajo de la Asociación Colombiana de haiku a través de las publicaciones Cuadernos Negros, de Leidy Bibiana Bernal y Umberto Senegal. Nueve destacados poetas de haiku en el Quindío Son más de 50 los quindianos familiarizados, por uno u otro medio, en diferentes épocas, con la escritura de haiku. Por capricho literario, por parodiarlo y divertirse con su aparente facilismo, porque en alguna época pretérita lo degustaron, por comprobar sus habilidades literarias o porque hicieron parte de talleres donde se estudió el género, fueron numerosos los jóvenes y adultos, intelectuales o no, implicados con el haiku en esta región de Colombia. Luego lo abandonaron de manera definitiva. Caso peculiar, Krishna Vanessa Jaramillo Rodríguez, hija del escritor Umberto Senegal, quien escribió haiku desde los cuatro años de edad, dictándole a su padre un interesante conjunto de estos. Varios textos suyos figuran en la Antología del haiku latinoamericano. Sin embargo, todos ellos lo desecharon por diversas razones o por llevarlo en el intelecto y no dentro del corazón, lugar donde el haiku florece continuo. En su sencillez, no es fácil descubrir lo observado por el japonista Andre Bellesort, señalándolo como “exactitud disfrazada de ensueño; poesía de resplandores y de escalofríos; pequeñas chispas comunicando a los sueños vibraciones infinitas; preciosos abanicos que, cuando se les despliega y se les cierra, hacen pasar ante nuestros ojos el milagro de un gran paisaje”. De los nueve incluidos, sólo Castrillón, Jorge Iván y Senegal, perseveran en la escritura y estudio de tal forma poética, haciéndola parte esencial de sus disciplinas literarias actuales y de sus rutinas laborales, cada vez con mayor compromiso y más amplia visión interna de cuanto significa escribir, vivir y comprender un haiku. Estos tres poetas poseen libros inéditos sobre haiku y de haiku. Castrillón tiene para publicar varias traducciones de Santoka y del haiyin norteamericano David Lanoue. Jorge Iván García, Ryokán del haiku colombiano, poeta viviéndolo y escribiéndolo desde estados de satori que pocos escritores colombianos han experimentado, tiene varios centenares de haikus de diáfana factura. Cuadernos Negros publicará su trabajo en prosa: El haiku y J. Krishnamurti. Consideraciones. Estos nueve, son los escogidos para presentar un representativo conjunto de poetas quindianos arraigados al haiku: Bernardo Pareja, Oscar Zapata Gutiérrez, Laura Victoria Gallego, Umberto Senegal, Fabio Osorio Montoya, Carlos Alberto Agudelo Arcila, Carlos Alberto Castrillón, Jorge Iván García Arbeláez y, dentro de las nuevas generaciones, Leidy Bibiana Bernal. 1 BERNARDO PAREJA El júbilo del alba revela el sueño de las rosas. Las libélulas deshilan sedeñas volutas iluminadas. Centella efulgente, lámpara de la noche silente. La lluvia cae sobre los prados en flecos tornasolados. En cerúleo ventanal cintilan estrellas efluviadas. Transparenta el aire crátera plena de lumbre leve. Efluvia sutil alborozo el viento nemoroso. Tomado de el semanario El Quindiano, (l984) 2 ÓSCAR ZAPATA GUTIÉRREZ Dale la luna al mendigo que pasa, ¡lo tendrá todo! Una hormiguita, como una letra suelta, saltó del libro. Blancas espumas, para bañar la luna, dentro del río. Detrás del día, junto con las estrellas, viaja la luna. Pequeña niña, la noche oculta al lobo. Cuida la luna. Alma de niño mirando el atardecer en la naranja. Indiferente… Tienes alma de haiku. Medida exacta. ¿De dónde vienes? Los fantasmas se fueron, ya estoy contigo. 3 LAURA VICTORIA GALLEGO MEJÍA Coro de grillos, bailarinas permanentes, las libélulas. Me despierta un ave Con trino de amanecer. ¿Por qué dejé de escucharle? Sombras danzarinas. Hojas y flores al caer. Verde esmeralda. Abanicado por el viento, plumaje de pavo real. Ranas croando, música del bosque. La sequía. ¿Sin mensaje las desasosegadas palomas en la vieja estación? De blanco y negro el pingüino. Nieve sobre nieve. Noche lluviosa. Suena el aldabón. Caída de aguas lentas, golpes en la piedra: rocío de flores. Del libro: Aromas esenciales (2003) 4 UMBERTO SENEGAL Entre neblina guayacanes lilas florecidos. ¿Quién podrá mentir bajo la fragancia del eucalipto. Luciérnagas. No las apaga el interminable aguacero. Noche de insomnio. Hasta la madrugada me acompañó el goteo del grifo. Aroma de pino. Sigue el Buda con sus sermones. ¡Qué placentero! En pleno sermón del monje, estornudé. Me tomé el vino sin pensar en Buda ni en Jesús. Toda la luna llena, sobre el verde cucarrón. La noche se le vino encima al inmóvil insecto. Nada real. Es bello dejarse engañar por el amanecer. Del libro inédito: Universo de rocío 5 CARLOS ALBERTO CASTRILLON termina el camino – en mi pueblo no hay nieve para orinar en ella eran tres hojas secas quisiera decir – no lo recuerdo las dudas del amor – siempre falta un pétalo en la margarita de compras con la abuela – toda la tarde buscando una pomarrosa fría la sopa – mi casa a mil tabacos de distancia la tumba de Cavafis – es la Itaca original dice el peregrino la tarde nublada – asciende con esfuerzo el humo del horno crematorio al fin armonizó la lluvia – el poeta explica su poema leña para el fuego – anochece en las casas de los vecinos limpia, perfecta – la manzana en el supermercado De: Libro de las abluciones (Ibagué, 2010) 6 FABIO OSORIO MONTOYA Una lluvia de luz cae sobre la tumba suavemente. Rayo de luz irrumpió en el canto del pájaro. Lluvia de hojas contra la ventana. Va a llover. El azar me espera sentado en la ventana. Cae la lluvia y escribe versos de agua. Por el cauce fugitivo del agua mi alma se escapa. Tomado de revista Kanora, febrero 1986. 7 CARLOS ALBERTO AGUDELO día sereno aromas y trinos agradables la algazara humana desentona perdí un haiku junto al árbol retoña un trino entre luciérnagas y estrellas mi sombra vuelan aromas en la frescura de cada trino tu vestido bajo el sol haciéndole sombra rosada a la calle música de baile el ciego pierde su bastón ladran los perros cadáver del hermano sonriente rayos de sol iluminan su rostro en el circo leones y tigres haciendo monerías ¿filosofando haiku? el viento sopla sobre tus mejillas muere el pájaro se estremece el aire a las cinco de la tarde Del libro inédito Pinceluz 8 JORGE IVÁN GARCÍA En el perchero Del sombrero ajado Sale la araña Qué soledad Hasta las cucarachas Son grata compañía Luz de luna Qué delgada mi sombra En la pared Roza la niebla La copa de los árboles Colina arriba Casa desolada Junto a la alberca vacía Una vaca Voy de prisa También las nubes pasan Vertiginosas El anciano Con el bastón señala Su cabaña ¡Qué felicidad La de esos pájaros Bajo la lluvia! Caminando En el marco de mis gafas Una hormiga Apago las luces El grillo ensaya su canto Para la noche Del libro inédito: Haiku de la Cabaña 9 LEIDY BIBIANA BERNAL En el guayacán igual de vivas las flores marchitas y las frescas. Sólo ondas deja la libélula en el lago. Ruidosos vecinos no logran anular el canto de los pájaros. Entre la gente sólo me es familiar el perro callejero. ¡Cuánto desamparo lleva en sus ojos el perro callejero! Húmedo guadual un gato cruza el puente. No suenan las hojas secas. Húmedo el camino. Al mismo tiempo la mariposa y yo llegamos a la regadera. Quedé sola en el camino la niebla lo borró todo. Nadie por el camino sólo las flores del guayacán.
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Marcelo Sosa Guridi
Saludos, y gracias a Filiberto por la recomendación.
daih
Filiberto Oliveros