MARQUESITA QUESALDE
Publicado en Mar 05, 2012
Para Gustavo Adolfo Vaca Como cargaba ese rostro equino y algo más desde cuando nació y nada pudo hacerse, eligió la profesión de bruja. Yerbatera de las buenas. Ojeadora de las buenas para males y también para virtudes cuando sabían darle trato. En el pueblo la temían unos, y otros la respetaban pero, de amores, nunca. Desde niña su cara determinó su futuro y el del pueblo. La consultaban para sacar daños del cuerpo y dolencias de los sentimientos. Marquesita Quesalde especializó sus brujerías en curar o matar animales: cerdos, vacas, caballos, ovejas. Una mirada suya desplomaba una mula, volvía estéril una marrana, secaba la leche a las cabras, ponía tristes a los canarios o anudaba a las ovejas su vellón. Con esa cara, las miradas le mejoraban cada año su profesión. Un día, de la noche a la mañana, la bruja desapareció dejando todo lo de su casa. Hasta un pedazo de sombra suya sobre la pared de la alcoba, bajo un cuadro grandísimo de José Gregorio Hernández. Ese mismo día, también desapareció el mejor caballo del viejo Rubiroso Amaya. Nadie roba un caballo a Rubiroso y se queda así. Dos preocupaciones grandes para el pueblo: Marquesita y el caballo. Yo no lo vi pero varios trabajadores que madrugan para las fincas, aseguran que lo vieron a todo trote, como hechizado, detrás de una hermosa yegua blanca que les era familiar pero que jamás habían visto en la región.
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