LGRIMAS PARA PIANO Y ACORDEN
Publicado en Mar 08, 2012
Para los días lluviosos, demasiado lluviosos, a los hombres capaces de soledad les propongo salir sin paraguas, con un libro de Raymundo Lullio en las manos, a buscar un viejo piano por las compraventas de la ciudad. Para los días demasiado lluviosos. Propongo pensar sólo en un viejo y enorme piano de cedro. Con obsesión, en los días lluviosos añorar, desear, apasionarse por un desafinado piano del cual podremos imaginar cualquier historia... Por ejemplo, que su primer propietario fue un viejo veterano de la primera guerra mundial. Imaginar que perdió sus manos en un día demasiado lluvioso como el nuestro. Propongo, a los hombres demasiado lluviosos en un día de soledad, entrar a la compraventa más lúgubre —todas lo son cuando frente a sus vitrinas uno observa seres humanos empeñando relojes, martillos, palustres, anillos de matrimonio, serruchos, bicicletas, televisores— y solicitar que les muestren un piano. Es posible que en ninguna compraventa de su pueblo, un hombre capaz de soledad en un día lluvioso, encuentre pianos. Pero como está obsesionado por uno de cedro negro que el viejo ex combatiente vendió para poder pagar el alquiler de su apartamento, preguntará en voz alta, para sobreponerse al ruido del agua sobre el techo: ¿Hay pianos para la venta? Cuando después de recorrer todas las prenderías de la ciudad, diez o veinte años más tarde (usted habrá envejecido, pero el día demasiado lluvioso seguirá siendo el mismo de cualquier día de su niñez), usted encuentre por fin el anhelado piano, le propongo suplicarle al propietario de la compraventa interpretar alguna pieza con una de las guitarras o de los empolvados tiples que cuelgan del cielorraso. Suplíquele en un día lluvioso. Le propongo suplicar. Y si tiene que llorar no tema mostrarse poco varonil por culpa de tales lágrimas. El viejo veterano de la primera guerra, cuando regresó a su apartamento luego de vender el piano, lloró varios días consecutivos. A nadie tenía en la vida. Ese piano era su único familiar. Y lloró hasta cuando lo condujeron a la casa de reposo mental, donde continuó llorando hasta cuando le hallaron muerto. Bajo la almohada ocultaba varias fotos arrugadas de su piano. Cuando el propietario de la prendería decida interpretar la solicitada pieza, baile despacio por entre las vitrinas, sin sacar las manos de los bolsillos. Luego intensifique el ritmo del baile hasta alcanzar el que experimentó Alexis en la película Zorba el griego. Finalice su danza. No mire el piano porque puede comenzarle una crisis de llanto. Agradezca la gentileza del prendero. Convídelo a tomarse un café en su habitación donde le pondrá, hasta el amanecer, varios discos de Nana Mouskouri, en especial Tierra viva. Para los días lluviosos. Para esos días de lluviosa soledad en que es imposible no saberse viejo. El libro de Lullio que debe llevar en la mano es El libro del amado y del amigo. Y no olvide apagar la luz de su alcoba. No olvide contener sus lágrimas hasta donde sea posible, cuando el prendero salga de su casa con su viejo acordeón, feliz del buen negocio que hizo con usted.
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