Los dos znganos chulnganos de Alhama de Murcia (Diario)
Publicado en Mar 09, 2012
Y dijo Jesucristo: "Simón, Simón, desde ahora serás llamado Pedro que significa piedra y sobre esta piedra edificaré mi iglesia". Pero, mira por dónde, hay ciertos Simones y ciertos Pedros que nada tienen que ver con la Sagrada Biblia Cristiana y su Nuevo Testamento. La otra noche los vi, la otra noche los conocí y la otra noche los despedí. ¿Cómo sucedió tal inolvidable suceso?
El asunto es que Simón Perón Andreo es todo un donjuanesco personaje en Alhama de Murcia que vive, a sus anchas espaldas, porque está muy fortachón de tanto que come mientras otros muchos de sus paisanos casi se están muriendo de hambre, en la Calle Mazarrón, número 1, de Alhama de Murcia. Y mira por donde hasta conduce y todo su flamante y flamígero Opel (con el cual intenta ligar chavalas a todo trapo y trapo sucio por supuesto) y va y lo sitúa delante de unos tres automóviles que están correctamente aparcados. Claro, el resultado que está buscando el menda lerenda es que el automóvil de mi guapísima chavalilla (mi mujer para más datos clarificadores de la mente de este chalupa que es que la mira hasta con lupa) roce al suyo y así ocurre. Y este tal Simón que va y que surge decidido a intentar conocerla de cerca y que está dispuesto a arreglar el asunto invitándola a unas cervezas para intentar conocerla del todo bien y a ver si llegan a un apaño y la invita a cenar con café incluido y se la lleva al huerto. Lo que sucede es que el tal Simón no se da cuenta de que yo voy de copiloto en el automóvil de mi chavalilla. Lo primero que hace el tal Simón (el que liga tanto que es que está que se sale; o sea, totalmente salido) intenta ponerla nerviosa a mi chavalilla, que ha salido de nuestro automóvil para saber qué es lo que ha ocurrido, gritándola que piensa llamar a la policía. Mi chavalilla se ríe (porque es que da risa ver a este patético ligón de barrio) y le anima a que avise a la policía y a quien él más quiera (que a alguno debe querer supongo yo). Esto le deja cortado al Simón. Pero como observo que el ligoncete de barrio está dispuesto a seguir intentándolo a ver qué pasa, salgo del automóvil, me acerco a él y le invito a que llame a los bomberos porque la cosa está ya que arde. Se vuelve y me mira y me entra la risa y por eso le vuelvo a invitar a que llame a los bomberos. Entonces este ligoncete de barrio cambia de improviso y me amenaza (en medio de mi ya incontenible risa) que se va a poner en contacto con su querido Pedro (ya sabía yo que tenía algún querido) que es un empleado empelado (buena pelambrera tiene sí señor) de la compañía de seguros de automóviles Reale. El tal Simón (que es tan ignorante que no sabe nada del filósofo Simónides de Cíos) llama a su querido Pedro quien, sorprendentemente, aparece unos diez segundos más tarde cuando de todos es sabido que cuando llamas a algún empleado de cualquier compañía de seguros te hace esperar un par de horas cuando no te dice que le llames al día siguiente. Me doy cuenta de que lo tienen todo preparado. Esto deben hacerlo mucho para contactar con chavalillas de Alhama de Murcia que pillen desprevenidas con el pretexto de llegar a un apaño mientras las montan en su flamante y flamígero Opel para ver si luego se dejan montar en otro lugar llamado cama. Así que ya tengo, por un lado al Simón más cortado que un filete por el cuchillo de Carpanta, y por otro lado a este Pedro que mide más de uno con noventa de estatura y que debe ser otro de los señoritos que tienen por costumbre dedicarse a la cacería de chavalillas desprevenidas de Alhama de Murcia. Yo miro su enorme estampa y me imagino que tiene dos trabajos: por el día lo hace en la compañía de seguros Reale y por la noche trabaja, digo yo, de gorila en la discoteca "fashion" en donde llevan a cabo sus tejemanejes (¿drogas también acaso?). El tal Pedro debe ser también cortado así que le pido a mi chavalilla que mire los "enormes destrozos" que ha hecho en la carrocería del flamante y flamígero Opel ante la incredulidad del tal Pedro que se pone a rellenar un papelote. El tal Pedro ha tirado de tarjeta o tarjetilla de visita donde pone el teléfono del tal Simón por si a mi chavalilla le interesa contactar con él para ir a tomar unas copas alguna de estas noches en las que está tan salido de sus casillas. Mi chavalilla hace fotos de los "enormes destrozos" ocasionados en la carrocería del flamante y flamígero Opel (algo tan invisible que sólo se puede ver con un telescopio de gran aumento de esos de ver las estrellas más lejanas de la Galaxia Orión) y el tal Pedro que comienza a escribir. Yo le pido que por favor me enseñe a escribir bien y le animo a que siga escribiendo porque estoy aprendiendo mucho. También le pido que haga lo que se hace en todos estos casos: hacer el dibujo correspondiente de cómo están situados los dos automóviles y aquí le pillo definitivamente la trampa porque si dibuja cómo están situados los dos automóviles resulta que se ve con toda claridad que el Opel flamante y flamígero de su querido Simón es el que está mal situado y no debía estar allí. Como se ven pillados en su propia trampa se anima a decirme que ya no se lleva eso de los dibujos con lo cual a mí me entra la risa total y más cuando veo y descubro que no sabe nada en absoluto de acentos gramaticales ni tildes ortográficas (y eso que trabaja en la compañía de seguros Reale) porque no sabe que Simón lleva tilde en la o ya que es en la o donde se produce el golpe de voz más fuerte de la sílaba y en caso de agudas se debe tildar; tampoco sabe que con Perón sucede exactamente lo mismo y que Andreo puede ser Andreu pero no sabe cómo escribirlo bien. Total. Este tal Simón y este tal Pedro son unos verdaderos paletos (y no porque sean de Alhama de Murcia porque eso no es ser paleto ya que paleto sólo significa ignorante y no nacido en pueblo) a los cuales no hay que hacerles ni puñetero caso. Así que, con la risa ya imposible de contener, mi chavalilla y yo nos despedimos porque tenemos ganas de cenar juntos y ahora estamos dispuestos a contarlo todo cuando llegue la hora oportuna de contarlo. Yo, de momento, lo anoto en mi Diario como una de las cosas más graciosas que me han pasado con los donjuanes ligoncillos de barrios.
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