VIDA CASINO
Publicado en Mar 10, 2012
Se nace en el momento preciso, en un medio preciso y con los padres precisos. Distante cualquier especulación, es una solemne verdad. Avanzamos por entre caminos determinados por un entorno, en senderos recorridos por otros. Somos condenados por rechazos, propensiones, deseos y actitudes con las cuales se van haciendo las maletas del viaje. El lastre lo cargamos desde el nacimiento. Y vamos con él hasta la muerte, aligerando o acumulando bienes o pasiones. Somos alguien deseando ser, tener, hacer y, en esa búsqueda, estamos hasta llegar a la tierra de la entrega, a la renunciación, al éxtasis de la liviana compostura del anciano. Lo supe en el momento oportuno, hoy, cuando libre de cargas, ligero de equipaje, voy con la procedencia de la simple actitud derivada del eterno presente. Jugar como recurso de vida y estrategia de paso. Voy al Casino en actitud entre contrita y compulsiva, con la misma pasión de otros tiempos en los cuales asistía a oficios religiosos dominicales. El Casino se convirtió, de la noche a la mañana, en una visita terapéutica, en formidable alternativa de comunicación, en pícara debilidad. Entro, a diario, con la discreta actitud de quien no sospecha ser censurado por quienes no entienden el significado de visitas a tan insólito lugar. Horas enteras en medio de murmullos, mezcla de sonidos, luces, figuras en las pantallas de máquinas sentenciando resultados, de rostros expresando emociones, de dramas inéditos o repetitivos en un lenguaje universal. La totalidad del universo y la parafernalia vividas, guardadas las proporciones, son tentación para una población de jóvenes recién llegados a la mayoría de edad, ancianos venerables, profesionales de todas las carreras, damas de sociedad, estudiantes de múltiples disciplinas, empleados de disímiles sectores y oficios amén de los integrantes del personal encargado de la administración, profesionales en el sector de los juegos de cartas, los de ruleta, los electrónicos, los de atención logística y servicio de bar. Todo mezclado, en una deliciosa cotidianidad. Pasarla bien es una constante categórica. Un denominador común y propósito de quienes recurrimos con asiduidad. Nuestra voluntaria presencia en el lugar nos permite disponer del sorpresivo resultado o del esperado premio o de la dulce sonrisa de alguien redimiéndonos con la medicina de la complicidad, la solidaridad ganando espacio en los lugares del encuentro cotidiano. Esta congregación es, además de placentera, divertida como el hecho de terminar poseído por la misma pasión del místico vicioso en sus prácticas extremas o a merced de la fruición apasionada del lector compulsivo. Fraternidad o logia, congregación o lugar de encuentro, paraíso o entretenimiento, estado de gracia o pasión desenfrenada, la vida de casino es el lugar de las delicias, de los sentidos siempre alerta en donde alternan las aspiraciones por ligar una escalera real, un póker, un pleno, un progresivo sueño como Quijote realizado, o la felicidad, cerca o lejos, llevada tan adentro sin ser vista.
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