VERSOS Y SALMOS DEL ALUCINADO
Publicado en Mar 11, 2012
Los doce poemas breves que leeré, son resultado estético de una experiencia ceremonial con ayahuasca, más conocido este bejuco selvático como yajé. Comunidades indígenas de la cuenca amazónica lo utilizan tradicionalmente como sustancia curativa y sustancia para inducir estados alterados de conciencia. En mi caso, me aproximé a la sagrada planta por razones estéticas, poéticas en particular, y por razones místicas. La toma tuvo lugar en un hermoso, adecuado y solitario paraje de Cocora. Tres personas fuimos protagonistas de la toma: el taita Pedro Jacanamijoy, un periodista antropólogo de Medellín, y quien les habla. El yajé exige reverencia, y a la persona que busca provecho personal de cuanto revela bajo su trance, le borra las visiones en seguida. “El yajé es un ser temible y la iluminación que ofrece se paga a veces con sufrimiento”, señala Jimmy Weiskopf, en un importante libro sobre el tema. El taita Pedro no utilizó el atuendo ceremonial. Entre otras consecuencias del ritual, de índole psicológica, emocional y literaria, que no vienen al caso tratar aquí, este conjunto de poemas ocupa su lugar, aunque en un principio no les presté demasiada atención. No fueron escritos como se escribe otro tipo de poesía. No son producto de la inspiración, ni de la lectura de otros poemas. No son el resultado de la reflexión filosófica, ni son juegos literarios semejantes a los que practicaban los surrealistas y los dadaístas es Francia. Es material extraído de las dimensiones del universo del yajé. Una sustancia demasiado inspiradora. Estimula tanto la imaginación, que la sobrecarga de ideas tiene que encontrar una salida para no fundir el aparato mental. En mi caso, considero que una de tales salidas fue la visión poética. La visualización de esas imágenes con la claridad que ustedes observan ahora mismo cuanto los rodea. Luego de dicha mirada de ese mundo concreto, accesible, porque allí estaban los colores, las formas, las texturas y los sonidos, sólo que más intensos y reales que el mundo en que nos movemos cotidianamente, llegaron los poemas como escritura: palabras, versos y estructura. Me entenderán fácil si les digo que fue como sacarle una fotocopia a la experiencia, a los poemas que veía y escuchaba allí. Una fotocopia imperfecta, porque por fuera se quedan la musicalidad que los acompañaban, los vertiginosos movimientos equilibrados, la indescriptible gama de colores y los mensajes psicológicos implicados en todo ello. Fue una sesión armoniosa y reflexiva, con muchos matices, fragancias, sugerencias, señales y tonalidades. Lo que distingue una ceremonia del yajé de otro tipo de rituales, es la manera en que parece obedecer los dictados de una fuerza suprasicológica, algo o alguien que tiene una personalidad comparable a la nuestra, pero gigantesca e inmaterial, un ser como el viento, que puede sentirse a pesar de su invisibilidad y cuyo efecto es perceptible. Los poemas fueron escribiéndose a la luz de algunas velas, en la medida que la pinta ejercía su efecto. No encuentro, ni me interesa racionalizarlo, ninguna explicación para el marcado contraste de los poemas, los cuales comienzan de manera surrealista y finalizan con fragmentos de Los Salmos. En esto radica cuanto considero el factor mágico de su escritura: la mezcla de lo absurdo con textos bíblicos. Leí Los Salmos cuando tenía quince años de edad y nunca más regresé a ellos. Sin embargo en la toma, algo o alguien los tejió al poema, los integró, dándoles un tipo de coherencia y unidad que para mí, hasta la fecha, no son claros en su propósito. Cuando sucedió la toma y transcribí los poemas (creo que esta palabra es la más sensata y descriptiva) no sabía que dichos finales provenían de Los Salmos. Un mes más tarde, al releerlos, al tratar de encontrarle algún sentido a los poemas, descubrí que allí estaban literales, como si los hubiese copiado verso por verso, varios salmos del Salterio de David. Contrario a mí costumbre, estos poemas no sufrieron la menor alteración, ninguna corrección de estilo. La música con la cual acompaño su lectura, una serie de danzas judías, tiene una razón íntima que no es pertinente relatar aquí, entrelazada con el estado de paz interior que siguió a la toma, durante diez días consecutivos. RECOGEREMOS… ratas de las alcantarillas, para levantar altares en las azoteas y declararlas profetisas del ángel mutilado, que convierte en lodo el aire. “Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con lágrimas”. VIGILAREMOS… al zombi que reparte brújulas perfumadas de sándalo, a serpientes cascabel que adornan las gargantas de bebés dormidos. “Sus ojos están acechando al desvalido; acecha en oculto como el león desde su cueva”. INSULTAREMOS… a los querubines, que en primavera se atrevieron a convertirse en campanas de coral, repicando entre úteros de mujeres cíclopes. “Todos se desviaron, a una se han corrompido, no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. ABRAZAREMOS… las hienas que abandonaron la selva, para asistir al concierto de Morrison agonizando sobre agujas de la pesadilla. “Me rodearon ligaduras de muerte, y torrentes de perversidad me atemorizaron. Ligaduras del Seol me rodearon, me tendieron lazos de muerte”. BESAREMOS… la boca de la ballena que se asfixia, enredada entre las cuerdas del arpa azul, donde Merlín ensaya su más secreto hechizo. “No hay lenguaje ni palabras, no es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras”. ENTRENAREMOS… murciélagos de seda, capaces de volar por los ojos de los enamorados, sin levantar tempestades de lágrimas. “Mas yo soy gusano y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen”. IREMOS… por cementerios, recordando a los muertos aquellos momentos de sus vidas que por no beberse el rocío ni la lluvia, perdieron su existencia gota a gota. “He sido derramado como aguas y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera derritiéndose en medio de mis entrañas”. RECIBIREMOS… con ramos de incienso, al fantasma de Mózart, que anuncian los truenos desde la flauta quebrada bajo el rosal. “Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría, por tanto a ti cantaré, gloria mía y no estaré callado”. APAGAREMOS… las luces de la ciudad, para cabalgar dormidos sobre los potros de la melancolía. “Mas yo, como si fuera sordo, no oigo. Y soy como mudo que no abre la boca. Soy, pues, como un hombre que no oye”. ROMPEREMOS… los huevos de la iguana, para arrojar en sus abismos la hipócrita moral de los filósofos. “Pues verá que aún los sabios mueren; que perecen del mismo modo que el insensato y el necio”. DESHOJAREMOS… calles para que los perros no se extravíen en las ciudades, buscando huesos en arco iris de cemento. “Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los coyados, conozco a todas las aves de los montes”. ARAÑAREMOS… los aguaceros malva, que se despeñan del hormiguero a la piel melódica de las ecuaciones, donde Dios dormita cuando danzan los cangrejos de cristal. “Si, robando las plumas a la aurora, quisiera habitar al extremo del mar, también allí me cogería tu mano”.
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