Las chavalas de Paddington (Diario)
Publicado en Mar 13, 2012
Las chavalas de Paddington eran diferentes. A primera vista se parecían a las mismas chavalas de otras discotecas; pero no eran iguales puesto que, sin ofender a nadie, las chavalas de Paddington tenían su propio estilo (ni mejor ni peor que las otras sino un estilo propio y muy particular). Ese estilo propio de las chavalas de Paddington consistía en que tenían cierto carisma especial. Eran iguales de guapas que las otras, pero tenían algo que las diferenciaba de las demás y esto las convertía en "paddingtonianas"; o sea, adictas a esta discoteca de Paddington que se encontraba en la calle madrileña de Caballero de Gracia y esto, precisamente, de pertenecer a Caballero de Gracia era lo que las hacía que fuesen tan apetitosas para los caballeros por su gracia. Acudí dos o tres veces para verlas. Me acuerdo, en especial, de un día que estaba lloviendo y yo estaba más solo que la una (aquel día no estaba acompañado ni por Luis ni por Carlos ni por los dos juntos) así que como me estaba mojando más de la cuenta, me armé de valor y entré yo solo. Eso de no estar acompañado de ningún amigo era algo así como una de esas muchas excepciones que he tenido que vivir. Y es que yo sabía ya, por aquel entonces, que es a solas cuando uno se encuentra a sí mismo y cuando uno puede ligar mejor con las chavalas más guapas. La experiencia sufrida en Carrusel debía servir para algo. Y eso es lo que aprendí. Y allí, yo solo y metido en la oscuridad de Paddington, pues era una discoteca con muy poca luz, aprendí mucho en este oficio de distinguir a las chavalas más guapas de las demás. Viéndolas bailar solas (alguna que otra bailaba acompañada pero eran las menos y las que menos me interesaban porque ya estaban pilladas por otros y eso es algo que siempre he respetado o porque me gustaban menos que la que estaban bailando solas), comencé a pensar en escribir algún poema. Fue un secreto lo que disfruté aquella noche yo a solas, es un secreto saber si escribí, algunos días más tarde, algún poema dedicado a las chavalas guapas y solitarias de Paddington y todavía guardo ese secreto que, por supuesto, no pienso desvelar. Un secreto que jamás conté a nadie excepto a mi ensoñación siempre tan animada y tan animosa Ella y que es mi actual y única esposa.
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