DIOS NO JUEGA A LOS DADOS
Publicado en Mar 13, 2012
Dios no juega a los dados”, de manera metafórica argumentó Einstein al físico Niels Böhr, en una carta donde continuaba su polémica con éste, originada en el Quinto Congreso Salvay (1927). Para mí, tan lapidaria frase es uno de los primeros cuentos atómicos escritos en el siglo XX, con un vocablo menos que el monumental texto de siete palabras, El dinosaurio, publicado por Monterroso en 1959. Desde entonces, tan pronto la encontramos en algún venerable libro, en algún académico ensayo, en cualquier aproximación al pensamiento científico y religioso de Einstein, nos parece tan representativa de algo indefinido, bello, misterioso e inasible pero aprovechable en cualquier discurso teológico, científico o filosófico, que nos entregamos obnubilados a repetir lo mismo, aunque no lo entendamos ni conozcamos el contexto de dicha frase. Einstein, escéptico respecto a la mecánica cuàntica, tradujo con tan poética imagen su visión determinista del mundo y de la física. Defendía la teoría de Laplace, sosteniendo que si se conocieran las posiciones y velocidades de todas las partículas del universo, el futuro quedaría explicado. Resuelto ya en sus pormenores, al porvenir poco le importarían entonces los astrólogos, videntes y vaticinadores. Todas las mancias del mundo se reducirían a la fórmula capaz de cuantificar y cualificar posiciones y velocidades de las partículas del universo. Dios, utilizando las partículas como intermediarias con el hombre, en lugar de recurrir a sus exaltados profetas de siempre. Buena idea para una teología de los cyborgs del siglo XXI. Con tal metáfora, Einstein intenta explicar sus abstracciones señalando las rigurosas leyes tras los fenómenos físicos del universo. Su contradictor era el físico Niels Böhr, quien afirmaba la imposibilidad de determinar magnitudes físicas como la velocidad y la posición. Del cruce de ideas y argumentos, cada cual justificando sus búsquedas, sus hallazgos y certidumbres, nació en Einstein tal metáfora. En 1918, años antes de popularizarla este físico, el poeta peruano César Vallejo escribiò un dramático poema titulado Los dados eternos donde convida a Dios a jugar “con el viejo dado”, para después reconocer que no podrá hacerlo: “la tierra es un dado roído”. El poeta se adelantó al físico, con la imagen del dado. Todos hemos tenido, alguna vez, dados en las manos y hemos jugado parqués. U otros entretenimientos con dados. La metáfora de Einstein nos conturba, aunque nada comprendamos de física ni relatividad, ni confiemos mucho en el uso cotidiano y práctico de su receta. Entonces Niels Böhr, físico de complejidades similares a las de Alberto, a quien la metáfora no le agradó, le respondió: “Einstein, deje de decirle a Dios qué tiene que hacer con sus dados”. Parece una reconvención religiosa, en defensa del buen Dios y sus momentos de esparcimiento creativo y ordenador. Dios tiene derecho a jugar al caos y al equilibrio. Al determinismo y al indeterminismo. A jugar que todo lo puede o va a dejarlo como está, desarrollándose por sí mismo. El buen Dios hace con sus universos y criaturas cuanto le place. Aún más, en este momento, en algún lugar de la eternidad o aquí junto a mí, mientras escribo estos párrafos, Dios, Einstein y Böhr juegan a los dados, riéndose de las polémicas, de las afirmaciones científicas o religiosas, de las partículas y de los quantos. ¿Quién puede verle si carga o no sus cósmicos dados? ¿Quién se atreve a jugar con Él, en su tiempo y su espacio? Ni el Putas, el más arriesgado hasta ahora para enfrentársele. Admirado Niels, ¿nadie te advirtió sobre las trampas de Dios, jugando no sólo a los dados sino también en todos los juegos donde es Él quien establece las normas cambiándolas cuando le conviene? Niels, ingenuito Niels, ¿nada te comentaron sobre los solitarios juegos de Dios, harto de su eterna soledad? ¿O esos otros ambiguos juegos donde Él se enfrenta con su creación, pero en particular contra el pobre hombre? He visto a Dios jugando ajedrez y sus peones muchas veces terminan siendo reinas. A veces un miserable peón se come a una reina y pone en jaque al rey. No hay derecho. Digo yo, admirado Niels, pero no me haga caso y cuando Einstein, Dios y yo nos descuidemos, ¡arroje sus dados! Cuatro juegos inventó el ser humano para responderle a Dios sus retos: la ciencia, la filosofía, la religión y el arte. Sin embargo, considero la poesía como el dado cargado con el cual el hombre se siente capaz de enfrentarse a Dios y jugar un momento con Él.
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Mara Ester Rinaldi
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La diversidad de lecturas permite al lector participar, desde un principio, en la “creación” del poema. Elegimos un camino en el laberinto que ante nosotros se abre y nos convertimos, de este modo, en auténticos co-creadores.
El contenido argumental, que como dije anteriormente está resumido en el primer nivel de lectura, viene a ser como un grito ante la imposibilidad del acto creativo. En la primera sección (antecedente), vemos que la proposición inicial queda suspendida al inicio de su exposición (un golpe de dados jamás...), para sugerir inmediatamente una primera imagen poética (aunque lanzada en circunstancias eternas del fondo de un naufragio) que no es sino una anticipación del desarrollo del citado antecedente (golpe de dados-lanzado del fondo de un naufragio/ jamás-circunstancias eternas) que incide en la relación simbólica entre el “golpe de dados” y el “naufragio”. El desarrollo se divide en dos subsecciones dirigidas a cada uno de los dos términos finales de la proposición estructural (abolirá/ el azar) ofreciendo así una organización análoga:
Subsección 1: desarrollo de a---b
Subsección 2: desarrollo de b---c
Aunque en la primera subsección la imagen fundamental es la del naufragio (imagen poética de a), la aparición del “Maestro” anticipa la imagen poética de la segunda subsección (pluma solitaria) ya que, en última instancia, el naufragio acabará personalizándose en el creador (poeta), representando la pluma la imposibilidad del acto creativo (poema), incapaz de superar el desafío del azar.
El desarrollo muestra un incremento paulatino de la tensión, desde “el abismo se cierne”, “como si”..., hasta “el límite impuesto a lo infinito” (¡el azar!), que hace “caer la pluma” para quedar “sepultada en el Abismo”. En este momento se alcanza el clímax de la obra, lo cual, además de por la tensión argumental comentada, se pone de relieve con la convivencia, por primera y única vez, de los cuatro caracteres tipográficos.
En la última sección (consecuente) el golpe de dados se presenta, por fin, como el acto mismo de pensamiento, así que la imposibilidad del creador acaba sugiriendo la imposibilidad de la vida.[7]
Podemos realizar un último análisis del contenido argumental del poema partiendo de la premisa general “Todo es azar”, o bien “Todo pensamiento es azaroso, como un golpe de dados”. El reconocer el cruel sometimiento del azar nos enfrenta al Abismo (con mayúsculas, tal y como lo escribe Mallarmé), donde el “fantasma de la probabilidad” nos conduce a la locura como un naufrago bajo la tempestad. El poeta, entonces, no puede ser más que una pluma solitaria que, enloquecida, huye. Es la experiencia impronunciable que conduce al silencio. Es la imposibilidad poética y, muy probablemente, la imposibilidad de la vida. Cada palabra, cada imagen, cada símbolo, van cobrando un sentido preciso. Analicemos algunos de estos símbolos:
"El Maestro/ surgido fuera de antiguos cálculos/ donde la maniobra con la edad olvidada/ infiriendo/ que antaño empuñaba el timón/ de esa conflagración/ a los pies/ del horizonte unánime/ que se/ prepara/ se agita y mezcla/ en el puño que la apretaría/ como se amenaza/ un destino y los vientos/ el único número que no puede/ ser otro/ Espíritu/ para lanzarlo/ en la tempestad/ replegar la escuadra y pasar arrogante/ vacila/ cadáver separado por el brazo/ del secreto que detenta/ más bien/que jugar/ la partida/ como un maníaco canoso/ en nombre de las olas/ una/ invade al jefe/ fluye en la barba sumisa/ naufragio éste/ directo del hombre/ sin nave/ no importa dónde/ inútilmente".
Este fragmento es, en una primera lectura, uno de los más complejos del poema, pero en una lectura más detallada (propongo una de entre las infinitas posibles) su significado se vuelve profundamente claro.
Como ya sugerí antes “el Maestro” simboliza, desde mi punto de vista, al poeta y, en última instancia, a todo creador. Pero ¿cuál es la situación del Maestro? He aquí que Mallarmé nos ofrece la respuesta del modo más crudo: el Maestro es el que antaño (según una maniobra olvidada) empuñaba el timón, es decir sentía la sensación (real o no) de dirigir su propio navío, su propio quehacer artístico. Pero el horizonte comenzó a agitarse, y los vientos amenazaron su destino, lanzando su Espíritu hacia la tempestad. Llega ahora el momento más dramático: en medio de la tempestad el creador no consigue guiar su propio barco, y a pesar de su pretendida arrogancia vacila, inexorablemente, “como un cadáver separado por el brazo del secreto que detenta”. Obsérvese de qué modo tan crudo se manifiesta la pérdida de ese “secreto”, de esa ilusión del creador que, ahora, naufraga y, a pesar de seguir “jugando la partida” (¿no siguió escribiendo Mallarmé?), a pesar de continuar con sus viejas manías (“como un maníaco canoso”) naufraga, pues las olas le invaden “fluyendo sobre su barba sumisa”, lo cuál no sólo le hace sucumbir como poeta, sino también (y esto es mucho más trágico) como hombre. “Naufragio éste directo del hombre...”, tras lo cual queda, abandonado, sin nave y sin rumbo: “no importa dónde, inútilmente”.
Vemos, entonces, cómo el sentido del poema, hermético en una primera lectura, se vuelve completamente claro con una lectura más detallada en la que se hace extensivo el contenido del primer nivel de lectura propuesto por el autor a la totalidad del poema. Además, la transparencia formal de la obra nos ayuda a sentir el punto de máxima tensión en la palabra clave “azar”, de tal modo que sobre ella recae toda la tensión del poema.
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espero que lo disfrute.
En “Un Coup de Dés” sorprende, ante todo, su particular disposición tipográfica, así como el prólogo que le antecede y en el cual el propio Mallarmé ofrece las claves de la interpretación poética. Tales claves podrían expresarse del modo siguiente:
a) La identificación entre página y poema.
b) La identificación entre los espacios en blanco y el silencio.
c) La aparición de imágenes diversas como “subdivisiones prismáticas de la Idea”.
d) La diversidad tipográfica generando planos distintos.
e) La apariencia de partitura que adquiere la página.
f) La importancia de lo musical en el verso libre.[4]
Con estas premisas Mallarmé alcanza el imperativo de la “poética pura”, entrando en el ámbito de lo absoluto donde, según el poeta, el acto creador libre (el golpe de dados) no puede abolir el azar. Ante esto, el equilibrio entre forma y contenido se rompe, la voz ahogada del poeta nos conduce al silencio, y la página en blanco emerge como única realidad ontológica. Es la misma proposición de Wittgenstein, que en su “Tractatus” nos recuerda que el lenguaje sólo puede ser mostrado, y que lo que no puede ser dicho es aquello que no tiene más expresión que el silencio.
La tipografía empleada por Mallarmé posibilita una particular lectura del poema. El propio autor le comentó a André Gide, en una carta fechada poco después de la composición del poema, que “es en la ordenación de la página donde reside todo el efecto. Ciertas palabras en caracteres gruesos exigen una pagina en blanco para ellas solas. (...) El conjunto sugerirá necesariamente un aire de constelación”. [5] Con esta nueva concepción poética del silencio, la escritura parece emanciparse. El autor se encuentra dominado por una especie de secreta realidad, se enfrenta a la imposición de su propio subconsciente, se encuentra, en suma, sometido al azar. Así, la lucha del poeta se convierte en una lucha por recuperar la libertad perdida.
Procedamos al análisis del poema. Los cuatro caracteres tipográficos empleados por Mallarmé posibilitan cuatro niveles de lectura distintos:
1. Una jugada de dados jamás abolirá el azar
2. Si fuera el número, eso sería (el azar)
3. Aunque lanzada en circunstancias eternas del fondo de un naufragio, sea el maestro como si existiese, comenzara y cesara, se cifrase (e) iluminase. Nada tendrá lugar, sino el lugar; exceptuada, quizás, una constelación.
4. El abismo se cierne como el casco de un navío. El maestro se agita en la tempestad inútilmente, inducido por la ola a los duros huesos perdidos entre los tablones, cuyo velo de ilusión resurge su obsesión de locura. El misterio revolotea en derredor del abismo, pluma solitaria enloquecida que se cubre la cabeza como con lo heroico. El vértigo de un falso castillo evaporado en brumas impuso un límite a lo infinito. Cae la pluma para sepultarse en el abismo, en esos parajes de lo incierto donde toda realidad se disuelve. Todo Pensamiento lanza una Jugada de Dados.[6]
En una primera aproximación se observa que el poema puede ser leído de muy diversos modos: lectura del nivel 1, del nivel 2, del 3 o del 4; lectura de los niveles 1+2, 1+3, 1+4, 2+3, 2+4...; lectura de los niveles 1+2+3, 1+2+4...; lectura de la totalidad del poema... y, por supuesto, cualquier otro tipo de lectura que conciba nuestra imaginación: lectura desde los silencios, por segmentos diversos..
Los cuatro niveles básicos se corresponden directamente con los cuatro segmentos del primer nivel, que, por otra parte, reúnen en sí mismos todo el contenido argumental básico: Un golpe de dados/ jamás/ abolirá/ el azar, si bien los dos primeros se suceden sin interrupción. Estos elementos constituyen los símbolos fundamentales de todo el poema, que podríamos sintetizar en tres imágenes fundamentales:
a) Un golpe de dados: simboliza el terror del creador ante la página en blanco. Imágenes poéticas derivadas: naufragio, navío, tempestad, locura, ola…
b) Jamás/ abolirá: representa el vértigo ante un futuro incierto. Imágenes poéticas derivadas: jamás, nunca, la nada, el misterio, lo infinito, vértigo…
c) El azar: simboliza la realidad que se disuelve. Imágenes poéticas derivadas: una constelación, parajes de lo incierto, el abismo, el pensamiento…
Por otra parte, el poema puede dividirse en cuatro secciones, constituyendo las dos centrales el “desarrollo” de la obra. Así mismo, podríamos denominar “antecedente” a la sección anterior y “consecuente” a la sección última.
W ART IN
Felicitaciones amigo, de veras me gustó el texto
tanto como para llevarmelo a favoritos.
Quizás tengas razón y el cuento corto lo
haya creado Albert, pero el del Dinosaurio es
realmente ingeioso. Calificado como el cuento
más breve. Yo alguna vez jugué con los dados
de Mallarmé (creo que fue Un coup de des
un poco antes que los de Vallejo) y la verdad
que me fue bien. También vale recordar a un
tal Nietzsche que algo sabía con un tal Zaratustra
cuando decía: la vida y el destino son azarosos
como un juego de dados.
Saludos W ART IN.