Windsor (Diario)
Publicado en Mar 13, 2012
Windsor 1.- Tres engreídas junto a tres jóvenes inocentes. Hablamos de saber quienes somos cada cual antes de invitarlas a bailar. Nosotros hablamos con la sinceridad por delante pero ellas sólo son tres engreídas de Madrid (y supongo que del Real Madrid Club de Fútbol por el lugar donde está situada la discoteca Windsor). A la que se hace la más lista de todas ellas la miro y me suelta, sin yo haberle preguntado nada porque no me gusta lo suficiente como para invitarla a bailar, no sé que de que ha nacido en Alaska. La miro otra vez (por supuesto que confirmo que no me gusta lo suficiente esta merengue madridista como para sacarla a bailar) y pienso en la Avenida de las Islas Filipinas. Todo está claro. Demasiada elegancia en aquella mega discoteca. Demasiadas niñas pijas de Serrano y ésta que me quiere bacilar es la más pija de todas y no sé da ni cuenta de que no me gusta lo suficiente como para invitarla a bailar ni para enrollarme con ella o ligar con ella. Así que nos levantamos los tres. La miro por última vez y me da hasta cierta lástima de lo tontaina que es, sobre todo porque es una vanidosa nada más. Y nos vamos de Windsor hacia cualquier otro punto de Madrid. En una cervecería de la Avenida de las Islas Filipinas, de aquel barrio lujoso madrileño, nos tomamos las cervezas y observamos que aquí si que hay chavalas guapas de verdad y no dentro de aquel mamotreto de discoteca.
Windsor 2.- El gorila de la discoteca Windsor está muy enfadado con nosotros tres y se cree imponente y omnipotente. Me entra la risa. Los tres estamos ante la puerta de la mega discoteca de los niños pijos y las niñas cocacolas. Windsor está repleto de esta clase de niñatos y niñatas. El gorila, cada vez más enfadado con nosotros, alega que llevamos zapatillas de tenis y que de esa manera no podemos entrar a la discoteca porque podemos rallar el suelo aunque, eso sí, deja pasar a tipos nazis que llevan fuertes botas militares, con clavos y tachuelas en la suelas y un insoportable olor a sudor que tira de espaldas. Es una paradoja que unas zapatillas de tenis vayan a poder rallar una pista de baile y aquellas estrambóticas y malolientes botas de neonazis no la vayan a rallar. Ahora nos entra la risa a los tres. Nos vamos otra vez a tomar unas cervezas a la Avenida de las Islas Filipinas y comprobamos que en esta cafetería vemos chavalas más guapas que en aquel mamotreto de discoteca que es un nido de fachas. Windsor 3.- Como lo prometido es deuda me acerco, ahora completamente solo, a la mega discoteca de Windsor. Pero ya no existe ni la discoteca, ni sus niños pijos, ni sus niñas cocacolas, ni su gorila, ni sus neonazis de botas militares y sudores que apestan. Me voy a tomar una cerveza a la cafetería de la Avenida de las Islas Filipinas y compruebo que aquí hay chavalas más guapas que las que había antes en aquel mamotreto de discoteca.
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