AROMA DEL RÍO
Publicado en Mar 21, 2012
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En algún rincón de la provincia de Jindama hay una aldea con 108 habitantes. Gente pacífica y pescadora, dicen los libros. No confíe en estadísticas, en historiadores ni en geógrafos. La levantaron junto a un río sin peces, poco caudaloso. Este hilo de agua se destaca de otros porque a lo largo de su cauce se yerguen monolitos de variada altura y hay pocos árboles: Nueve guayacanes y un madhumalti a lo largo de 63 kilómetros.
 
No se esfuerce y présteme atención. El río crece en agosto. Sólo en agosto. Su caudal se conserva 11 días. Tiene otra particularidad de la cual no hablan los geógrafos ni los antropólogos. ¿Dijo usted que era antropólogo? Cuando crece, el olor de sus aguas estimula a los aldeanos para comunicarse a dentelladas. Cambian palabras por mordiscos. Como hienas. Mordemos y desgarramos igual que hienas. Cuando no hay con quién hablar, mordislogan. Es intenso e irresistible el aroma. ¿Lo siente? Si temblara menos lo sentiría.
 
Para no mentirle respecto a los habitantes, en realidad quedamos cincuenta y cinco. Los demás huyeron con cuanto restaba de sus cuerpos. Para evitar que la aldea desaparezca, la gente va hacia el monte. No todos. ¿Por qué me mira de esa forma? Algunos hemos conservado el hábito de morder: Se nos convirtió en religión. No, nada qué ver con sacrificios humanos aunque circulan rumores sobre este monolito. No intente desatarse. No grite en vano, estamos solos. Y no suplique. Lo morderé en lugares donde pueda causarle placer.
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Foto del autor Umberto Senegal
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Descripción

El río es protagonista en este microrrelato.

Palabras Clave: Río aroma provincia habitante pueblo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción



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