EL VINO DEL NARRADOR
Publicado en Mar 22, 2012
Papá, reláteme un cuento para dormirme. ¿Qué tipo de cuento? Uno que comprenda fácil. ¿Y si no lo entiende a pesar de su sencillez? Me lo explica. ¿Por qué tengo que explicárselo, si ya tiene 12 años? Para beneficiarme con su mensaje. Los cuentos que relato no tienen moraleja. Si carecen de ella, mejor, papá. Odio las moralejas y a la gente que cree entenderlas o se considera capaz de aplicarlas en sus miserables vidas. ¿No le gustan? Son estorbosas. La gente es la estorbosa moraleja de la vida. Entonces cuénteme un cuento para dormirme. Le contaré uno que nos concierne a los dos. Por eso me gustan. Invento mis propias moralejas y me las creo. No le van a servir para nada en la vida. ¿Por qué, papi? Porque también yo invento mis cuentos con despreciables moralejas. Es usted un miserable, papá, porque no se adapta a las propuestas de los cuentos tradicionales. No a las de aquellos que usted conoce, ni como se los narraron en la escuela o se los relatan en el colegio. ¿Me oculta algo sobre los cuentos, papá? ¡Todo! Le oculto todo cuanto siendo para usted, usted 131 misma no lo busca, adorable cerdita. Por ejemplo, Bukowsky, papacito. Los cuentos de ese odioso amigo suyo que me enloquecen porque puedo entenderlos pero no explicarlos y que usted pone tan distantes de mi vida normal. Para eso están hechos, amorcito. ¡Cuénteme el de ese abejorro que siempre lo ronda! ¿Cree que hoy entenderá algo nuevo? No, papacito, no me interesa lo nuevo ni lo viejo. A mí me interesa lo nuevo. Usted, por ejemplo… Papi… ¿Sí? ¿Puedo beber de ese vino que tiene sobre el escritorio? Es para nosotros dos. Estoy desnuda bajo las cobijas. Serviré el vino.
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