COBARDÍA
Publicado en Mar 22, 2012
El día primero su habitación se llenó de agua salada y pequeños trozos de madera. Varios peces muertos golpearon su cabeza. Quiso arrodillarse para orar, pero resbaló. El día segundo casi perece estrangulado por el rítmico movimiento de las paredes de su habitación. La viscosidad entre la cual flotaba lo hizo vomitar. Un fragmento de coral rosado le hirió la frente. Sobreponiéndose al estupor, por primera vez murmuró: “¡Perdóname señor!”. El día tercero asistió al deslumbrador amanecer, imaginado a través de la pequeña cavidad por donde se filtraron tenues rayos de luz hasta la esponjosa estancia. Cuando quedó sumido de nuevo en la oscuridad, escuchando el rumor que provenía de la habitación contigua y que no lo había dejado dormir, pudo arrepentirse de su cobardía y orar. Maltrecho pero con el espíritu de la profecía floreciendo en sus labios, Jonás se encomendó a Yavé y se encaminó presuroso hacia Nínive.
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