JUGUETES
Publicado en Mar 22, 2012
No era necesario destrozar la muñeca. Sólo te importan ellas. Una simple muñeca, inofensiva. ¿Y yo, qué he sido para ti? Muñecas de trapo, obsérvalas. De trapo y nada más. Te lo advertí, pero no escuchaste. Quería que entre ambos la educáramos. Nunca me negué a tus fantasías. Ninguna fantasía. Era una muñeca real. ¿Por eso la dejaste interponerse entre nosotros? ¡Celoso de tu propia hija! Hija de trapo. Y tú, insensible hijo de puta. Ambos compramos eso que llamas trapo. No era necesario destrozarla. Nos habríamos quedado con ella pero comenzaste a llenar la alcoba con muñecas de trapo. Mucho trapo. Lo tuyo fue un crimen. Y la sala y la biblioteca y la cocina. Trapo por todo lado. En mi corazón también hay lugar para ellas. Te pasaste de límites con tus muñecas. A ti también te gustaban. ¿Me gustaban? Sí, te excitaban más que a mí. Te masturbabas entre ellas. Las trajiste a mi casa. Nunca tuve muñecas. Sólo una mascota. Un perrito negro llamado Murki y aquella esquizofrénica mujer lo botó de la casa. Se lo regaló al imbécil de su padre.
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