GLORIA CECILIA DAZ: VOCACIN Y NOSTALGIA
Publicado en Mar 23, 2012
No sólo entre narradores quindianos dentro o fuera de Colombia, sino entre colombianos especializados en literatura infantil, la calarqueña Gloria Cecilia Díaz es una de las escritoras latinoamericanas que ha obtenido reconocimiento de su obra en Europa. El suyo es un persistente trabajo de varias décadas, producto de su entrega a ideales donde el estudio y la investigación, las lecturas incesantes, se unen a su talento y a su constancia para fortalecer una de las obras más coherentes y bellas dentro de la literatura infantil contemporánea, en lengua española. “Comencé en Colombia, pero han sido Francia y España los escenarios de mi trabajo; el primero, por ser el país donde resido y escribo; el segundo, porque es donde publico mis libros”, aclara la narradora colombiana. Nació en Calarcá el 21 de septiembre de 1951. Aunque vive en una nación “gris”, desde allí es más nítido el paisaje quindiano y calarqueño cuando lo evocan sus poemas o sus novelas. Señalan Sahyra Camargo y Graciela Uribe en el libro Narradoras del Gran Caldas. (Armenia, 1998): “En la escritura de Gloria. Cecilia Díaz encontramos dos textos sociales: El texto de la naturaleza y el texto de la realidad psicosocial”. “Lindas montañas/ las de mi tierra,/ verdeazuladas/ de madrugada”. Poesía para su hija, a quien la escritora teje detalles de su patria y del Quindío. O para niñas de cualquier lugar del mundo que amen la palabra y la utilicen para guardar en ella otras manifestaciones de la realidad. El árbol que arrulla y otros poemas para niños (Armenia, 1995) es un libro de textos breves, algunos de sólo cuatro versos, juguetones y rítmicos, que no surge del afán editorial ni del balbuceo lírico o sentimental, sino de una cota de plenitud y experiencia dentro del género, vocación que reflexiona cada verso y cada experiencia antes de transformarlos en palabras. Gloria Cecilia Díaz, en este poemario como en casi toda su obra narrativa, es un retrovisor amplio y limpio que mira hacia su infancia. Su emotividad selecciona imágenes de recuerdos que pueden ser idénticos a los de muchas otras personas que tuvieron igual vivencia. Gran parte de su obra, como estos poemas breves y nostálgicos, se mueve en el ámbito de una dolida, serena y delicada ternura, en particular en su novela El sol de los venados (España, 1993): “Y esa noche los mayores estaban alegres, y Tatá y yo tristes y solas como si estuviésemos en un mundo aparte”. Tal libro, que la editorial clasifica para niños mayores de 12 años, conmueve a lectores de cualquier edad, en particular a cuantos recuerdan las siluetas ausentes de la madre o del padre fallecidos, donde con la nostalgia poética o el vigor narrativo se suplen los diálogos, los encuentros que en vida nunca sucedieron. Gloria Cecilia es magistral cuando evoca esos momentos. En El sol de los venados, “la estructura del relato está hilada por las reacciones diversas de una conciencia infantil frente a múltiples hechos y reflexiones existenciales presentadas al lector lejos de todo maniqueísmo ético”, explican Camargo y Uribe. El drama sicológico se equilibra con la intensa prosopografía: “A través de mis ojos llenos de lágrimas, vi el cielo. El incendio comenzaba. Las nubes ya estaban amarillas y, a medida que el sol se escondía, el cielo se teñía de naranja. Miré la ventana de casa. No, mamá no estaba. Sentí una rabia inmensa. Alcé la vista de nuevo. El sol de los venados dominaba nuestro pueblo. El cielo era de fuego, de trigo, de oro, de ámbar. Me pareció que esa luz dorada tenía una música que poco a poco lo calmaba todo. Sentí la presencia de mamá y su voz resonó en mi corazón”. Aquí, la infancia pletórica de coloquios y visiones, de colores y sentimientos difíciles de reconstruir, presencias del padre o la madre en patéticos desvelos que acechan por doquier. Quienes conocen los atardece res del Quindío, visualizan en el anterior párrafo una pintura estremecedora no sólo del frecuente atardecer quindiano, el cielo natural calarqueño cuando atardece, sino del alma de cualquier persona en cualquier rincón del mundo donde lleguen los recuerdos a preguntar por el niño que fuimos. Tanto Jana la niña que afronta la muerte de su madre, en El sol de los venados; como Miguel José el niño personaje de La botella azul (Bogotá, 2002); Horacio, el niño sordo de la novela Óyeme con los ojos (España, 2002) y Jerónimo, el protagonista de El valle de los cocuyos (España, 1986) señalan en el proceso novelístico de la escritora, una toma de conciencia progresiva en el tiempo mediante la cual, de manera poética, sin aristas en el manejo del lenguaje, en el estilo o en la elección de personajes y escenarios, siempre con la melancolía como telón de fondo, Gloria Cecilia estructura una de las obras literarias más coherente, dentro del género infantil, escrita por colombianos que escriben y publican fuera del país. El tono íntimo en que transcurre El sol de los venados, donde una niña es la protagonista, me evoca la breve novela Papá, del poeta chileno Vicente Huidobro, igual de sugerente y nostálgica, donde Alicia Mir gira en torno a su padre. Cito aquí las cuatro novelas de Gloria Cecilia, editadas en un período de 16 años, de refinado estilo y minuciosa construcción, porque si se practica con ellas el ejercicio de leerlas a la vez, con mirada englobadora donde personajes y paisajes, ámbitos materiales y espacios sicológicos conforman una sola unidad, una misma dimensión narrativa, surge clara la intención literaria de la novelista al trazar sobre fondos diversos, la única verdad posible: el devenir temporal. Si agrupáramos las alusiones cronológicas, esa forma tan particular que la escritora calarqueña tiene de evocar lugares, paisajes, personas, objetos, emociones y sentimientos que se materializan en los libros mencionados, nos encontraríamos con la sucesión patética de las horas, días y años que conducen a determinados momentos de la infancia. La novelista navega por los recuerdos, en busca de contactos para recuperar no sólo aquello que le interesa de su pasado, sino también para darles a sus lectores un mundo lleno de razones para la vida. A veces porque lo hace a través de la poesía o porque en la narrativa encuentra el medio más efectivo, Gloria Cecilia nos muestra desdoblamientos de ella misma, criaturas entrañables cuya fusión final permite el desarrollo de una obra. “Si hay algo que me fascina en la escritura es descubrir paso a paso la historia misma. A medida que voy escribiendo hay un mundo que se va poblando de personajes, de paisajes, de recuerdos”, admite la escritora. En ninguno de sus libros hace concesiones al facilismo, al falso sentimiento. Sabe que escribir para niños es labor difícil, corno bien lo expresa el crítico español Díaz–Plaja: “Para acercarse al mundo infantil hay dos caminos: fingir sus balbuceos, intentando las formas más fáciles de la elementalidad; o construir desde nuestra ladera un mundo que al niño le resulte comprensible. Acercares al alma infantil sin renunciar a la expresión adulta”. Gloria Cecilia trabaja sus libros con la segunda parte de dicha fórmula. Lo demuestra en obras de impecable factura que se aproximan al lector infantil sin renunciar a la expresión adulta, como Óyeme con los ojos, donde nos introduce en la complejidad del mundo infantil para mostrarnos cuanto estos dicen o callan, valiéndose de una radical disfunción entre el yo de la novelista y los yoes en los cuales bullen vidas distintas. Con la nostalgia como eje de su narrativa, la narradora quindiana nos ofrece en un plano objetivo (las novelas) y en un plano lírico (los poemas) un mundo de realidades estéticas y espirituales que captamos mediante los recuerdos, las evocaciones y los dramas de cada uno de sus protagonistas; Jerónimo, Jana, Miguel José y Horacio, donde las vivencias de la autora dejan lugar suficiente para que afloren los personajes con su humana carga de esperanzas, tristezas y alegrías. En sus novelas, Gloria Cecilia despliega un vasto repertorio de observaciones donde los personajes, en un plano lírico y narrativo, muestran toda una gama de realidades espirituales que se captan en las palabras y eventos de sus protagonistas
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