ENTREGA
Publicado en Mar 25, 2012
Calor. Es intenso como todos los veranos por aquí y lo obliga a uno a destaparse por las noches, alivianar un poco la carga, el roce de las tapas, y esperar. Pero el ardor del cuerpo no amaina. Sigue intacto, aumentando con el sopor y los sueños, con el silencio y la soledad. Sobre todo con la soledad. Entonces me tiendo sobre la cama, desnudo, la ventana abierta de par en par, y espero que entre el fresco. Pero nunca entra. Sólo el calor. Y los sueños, noche tras noche, hasta que es demasiado tarde y uno empieza a toser. Claro. Sobre la madrugada la temperatura baja levemente, y a veces un poco más. Tarde ya para reaccionar. La tos, intermitente primero, luego continua. Y siempre queda la enfermedad, o la muerte. Abierto, desnudo, poseído por la enfermedad y la muerte. Siempre es mejor que nada.
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