LIMOSNA
Publicado en Mar 26, 2012
A las 6:30 de la tarde, el miserable empleado abandona su miserable trabajo. Lo primero que hace cuando está en la calle, es introducir sus manos en los bolsillos del miserable pantalón. Debe subir al bus pero prefiere caminar despacio para mirar su imagen en las miserables vitrinas. Un mendigo le pide una miserable moneda. El empleado introduce sus manos miserables en sus bolsillos. Las había sacado para alisarse el cabello. Sigue caminando sin prestar atención a las súplicas del indigente, quien continúa tras él, esperando que saque las manos con alguna moneda. Más adelante, otro mendigo resuelve seguirlos a prudente distancia, con sus manos en el bolsillo. Varias cuadras arriba otro miserable mendigo se une al miserable grupo y sigue a prudente distancia con las manos en el bolsillo. Cuando el empleado del miserable banco completa 15 cuadras recorridas, tras él caminan en rigurosa fila 20 indigentes, 12 de ellos mujeres, una de las cuales carece de zapatos y hace felaciones a 2.000 pesos. Cuando el empleado llega al parque de la Ceiba, saca una mano del bolsillo y gesticula a una miserable conductora de taxi. Buenas noches, amor. Lléveme al banco. Y regresa al sitio de donde salió. Se baja del miserable automóvil y mira al miserable celador. Entonces introduce sus manos en los bolsillos del saco y camina decidido hacia los mendigos que corren en dirección suya.
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