EL CAMBIO
Publicado en Mar 26, 2012
El tiempo que debía pasar, pasó todo y un poco más. El Viejo reconoció su derrota. Volvió a ser humilde. En su rostro había dulzura y mansedumbre. El amor recorrió su espíritu y fue sencillo como un niño. Caminó entonces hasta donde Jesús oraba. No era tiempo para tentaciones. Sin preámbulo miró directo a sus ojos. Jesús respondió a tal mirada y se estremeció, inquieto con la extraña dicha que jamás había visto en su contendor. El Viejo pidió perdón. Sin esperar respuesta, dejó sus alas al lado del Hijo del Hombre y se alejó entre la penumbra del olivar, ajeno al resignado gesto con que Jesús las acomodaba sobre su espalda.
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