MILENIO
Publicado en Mar 27, 2012
Le recomendaron al impaciente hombre: Debes estar atento si deseas entrar. Esas puertas sólo se abren durante tres minutos, una vez cada mil años. Desconsolado frente a la puerta, optó por retirarse sin advertir que esta se abrió a sus espaldas tan pronto se alejó algunos metros. Los mil años se cumplían en ese momento. No era con su reloj que se contaba el tiempo sino con el que tenía en su mano el celador de la puerta.
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