UN PROFETA OBEDIENTE
Publicado en Mar 27, 2012
Estaba decidido a hacerlo. Acataría la orden: “Anda, coge a tu hijo, a tu unigénito, a quien tanto amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofréceme allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te indicaré”. Con más de una centuria sobre la piel y sentimientos de adolescente, Abraham no ocultaba sus dudas hacia la fidelidad de Sara, ni mucho menos su desconfianza hacia Abimelec rey de Guerrar. Celebrando su buena suerte, se apresuró a llevar a Isaac hasta el sitio del sacrificio. Todos en Guerrar murmuraban, burlándose del engañado profeta: “Los ojos de Isaac tienen el color de los ojos de Abimelec”. Con el niño dispuesto sobre el altar, cogió el cuchillo y tendió su brazo para degollarlo sin dar tiempo a Yavé quien repitió en vano: “¡Abraham, Abraham!”.
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