LA SALA
Publicado en Jul 21, 2009
Cerré tras de mí la puerta de la fría y mal iluminada sala y tomé rumbo al departamento. Recordé sus palabras, y pensé lo increíblemente impredecibles que podemos llegar ser cuando nos invade la ira… lo incontrolables que podemos tornarnos por un retorcido pensamiento que se apodera de nuestra débil conciencia. Su desagradable tono de voz se me venía a la cabeza como un eco interminable.
Mientras volvíamos por la Kennedy, una y otra vez, me inundaba la imagen de la mujer. Su cuerpo blanco y desnudo. La sangre seca pegada en el pelo, manchando su rostro e impregnando la alfombra. Cuando la encontramos quedé paralizado. El Polo intentó no vomitar. Se tapó la boca con la manga de la chaqueta, pero no pudo evitar salpicar la alfombra, el sofá… y algo más. Salió del departamento sin siquiera advertir en la presencia del hijo de la mujer parado en la mitad de la puerta. Bruscamente quitó al chico hacia un lado mientras sacaba a tirones un pañuelo de uno de los bolsillos de su chaqueta. Se quitó del camino de mi mareado compañero e intentó entrar, hasta que Ariel lo detuvo. Trataba de abalanzarse sobre el cuerpo inerte, con una expresión que pocas veces había visto en alguien de su edad. No sé si he desarrollado un sentido de audición selectivo, pero solamente podía ver que sus labios se movían y la expresión en su rostro transformándose a cada segundo en algo casi inhumano. Entonces noté el parecido con su padre. Lo recordé gritando casi trastornado dentro de la sala donde habíamos estado durante casi dos horas. Y recordé textualmente sus palabras: “Cuantas veces le dije que no se vistiera así!!! Que con sus cortas faldas y escotadas blusas no lograba nada más que enloquecerme!!! Me volvía loco de celos!!! Le juro que se lo advertí de mil formas… De mil formas!!!”. Eso fue lo último que escuché antes de cerrar la puerta de esa fría y mal iluminada Sala de la Penitenciaría.
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Enrique Dintrans Alarcn
Un relato que tiene la gracia de describir el complejo mundo del psicópata que fuera de sí, está atado a un circuito de violencia femicida. Si no puede hacer lo que él quiere de ella, entonces ella tampoco, el recurso extremo es "la muerte" Se lo advertí, luego "ella tiene la culpa de su propia muerte". Es un buen texto, pero deja con esa amarga percepción de lo que ocurre una y otra vez, aún. El drama de violencias intrafamiliares.
Saludos
miguel cabeza
gabriel falconi
cortito pero contundente como me gustan a mi
te mando mis esrellitas
Claudia Riquelme
Saludos y cariños de LaNegra
MARIANO DOROLA
O una película o un cuento.
Me quedé con ganas de seguir leyendo, sos muy talentosa y fantástica.
mas por favor!!!!
Arturo Palavicini
Felicidades Claudia.
Tus descripciones crean atmósfera. Me gustan mucho.
Nos seguimos leyendo.
Saludos.