Las Chapas (Redaccin Escolar)
Publicado en Mar 28, 2012
Es una sensación inolvidable, un entusiasmo indescriptible y una experiencia mágica esto de llegar todos los días desde el cole a casa y, tras haber comido todos juntos, comenzar a entrenar, horas enteras, al dominio de las chapas, al control de las bolas y a ir formulizando sueños y más sueños de victoria en victoria, de triunfo en triunfo, de trofeo conquistado en trofeo conquistado. Hay una magia inaudita en estos entrenamientos tan democráticos y equitativos en que te ha tocado el espacio de mesa, reducido pero al fin y al cabo espacio, cuando no está él en casa. Y, sin embargo, toda esta equidad, todo este ejercicio de libre voluntad e igualitarias clases de participación, se derrumban cuando llegan los sábados y domingos y hay que celebrar los tan ansiado partidos, encuentros, batallas de esfuerzos por conseguir una victoria de vez en cuando, por logar un triunfo de vez en cuando, por no poder obtener ningún trofeo jamás. Porque para eso está él para impedirlo.
Lo inexplicable de toda esta magia desordenada y febril es que todas las miles de horas que has gastado para dominar mejor la chapa, para controlar mejor la bola y poder ejercitar mejor las tácticas sobre la mesa, no sirven para nada a la hora de la verdad. Porque a la hora de la verdad mientras él juega todos los partidos seguidos tú debes esperar, triste y aburrido, a que te toque jugar contra él. De acuerdo que en los entrenamientos ha habido equidad, libertad, igualdad de oportunidades, pero en los partidos no. En los partidos de los sábados y domingos, él impone su voluntad de que juega siempre él y los demás debemos esperar turno si es que no hemos sido castigados, por él por supuesto, a esperar algunas semanas para que nos levante el castigo. ¿Será que nunca le gusta arbitrar ni ser comentarista? El caso es que nunca me puedo explicar por qué debo de marcar hasta cinco goles legales para que quien hace de árbitro me dé solamente por válido el quinto de ellos (los otro cuatro han sido goles pero me los ha anulado sin ninguna razón ni explicación salvo un silencio tremendo, un silencio acongojante, un silencio cómplice donde todos nos damos cuenta que es una injusticia pero callamos porque es mejor para su egoísmo) mientras que a él le dan por válidos los tres goles que me ha marcado en medio de un entusiasmo general, en medio de una exclamación general y apoteósica: ¡gol! ¡¡gol!! ¡¡¡Gol!!!... ¡Ha marcado un gol!. ¿Será por eso que pierdo todos los partidos por 3-1 en vez de ganarlos por 5-3 que hubiese sido lo justo y lo legal? Lo justo y lo legal. He aquí dos palabras, dos conceptos, dos axiomas que pierden toda su capacidad de lenguaje cuando llega la hora de la verdad cada sábado y cada domingo de cada mes de cada año. Sabemos que estamos condenados a tener que esperar turno para poder jugar contra él si es que no nos ha castigado a estar algunas semanas sin jugar; y sabemos que, salvo algunos partidos que nos regala para que creamos que tenemos aspiraciones de libertad, siempre vamos a perder los partidos porque siempre que marquemos 5 goles legales sólo vamos a dar por válido 1 nada más; pero siempre que él marque solamente 3 goles vamos a dar por válidos los 3 goles. Y por eso sabemos que estamos condenados a perder por 3-1 en vez de ganar por 5-3 y que no vamos a poder ganar ninguno de los trofeos en juego porque él los quiere todos para él. Pero este último mes ha pasado algo inaudito y sorprendente. Mi padre ha decidido intervenir en el juego. Nos ha cogido a los tres pequeños y nos ha dado un verdadero sermón con su mirada. Nos ha dicho, sin palabras pero con gestos conclusivos, que él está dispuesto a regalar su Copa Fiochi si prometemos, si hacemos el juramento formal, de que no vamos a hacernos trampas a nosotros mismos. Y de pronto los tres pequeños nos hemos dado cuenta de que es mejor ganar sin trampas que estar siempre perdiendo por hacernos trampas a nosotros mismos. Que de nada sirve pasar horas felices de entrenamientos continuos si al llegar los sábados y los domingos nos olvidamos de ejercitar nuestros derechos de equidad, nuestros derechos de igualdad de oportunidades, nuestro derechos de jugar sin trampas. Y él ha empezado a perder todos los partidos... El suceso final ha sido lo que yo ya me figuraba de antemano. Él ha mirado la tabla de clasificación y ha visto que la diferencia es ya muy alarmante; que por mucho que se empeñe no vamos a permitir ni una sola trampa más y, sobre todo, ha escuchado por Radio Libertad que todos mis jugadores han juramentado jugar con limpieza y con igualdad de condiciones para ganar todos los partidos que nos quedan, para no dejar ya el primer lugar que hemos conquistado con la verdad de todos nosotros. Que la Copa Fiochi la vamos a conseguir porque no estamos dispuestos a que nadie cometa ni una sola injusticia más. Y él no lo ha podido permitir y ha abandonado, para siempre, las chapas. Así que este mes hemos comenzado a ser completamente libres para ser mucho más creativos... y hemos empezado a crear nuevos juegos, nuevos deportes, nuevas manifestaciones de la libertad de imaginación, nuevos proyectos... pero lo que todavía no entiendo es por qué los otros dos no han querido seguir jugando la Copa Fiochi, la Copa en que mis jugadores estaban dispuestos a ganar sí o sí porque no quedaba otra alternativa que cumplir lo que le había juramentado a mi padre. ¿Por qué no quisieron seguir si tan fácil hubiera sido eliminar para siempre todos los resultados de los partidos jugados contra él? ¿Por qué les ha entrado tanto miedo de perder también ellos la Copa Fiochi si yo sólo me he limitado a darles la liberación suficiente como para poder manifestar la igualdad, la equidad, el igualitarismo, las mismas condiciones para todos. En definitiva... ¿no se han dado cuenta todavía de que a mí no me importa tanto el lugar que ocupo en la Clasificación General como la Liberación obtenida? Sí. He conseguido que expresen muchas más imaginaciones pero todavía no comprendo por qué no han querido aceptar mi triunfo. Libertad. Para que te sueño, Libertad, si no me dejan ejercitarte. Así que he decidido salir a pasear por la ribera del río Manzanares y, con las manos metidas en los bolsillos de mi pantalón, vivir mi Liberación pensando sólo en algo que existe bastante más allá. Quizás algún día pueda comprender por qué no quisieron seguirme y prefirieron volver a encadenarse al despotismo y la dictadura de él para ir envejeciendo como él. Quizás le dio miedo el vértigo que conlleva esto de vivir la verdadera Liberación y, tras un tiempo de haberla podido compartir conmigo, decidieron que eran incapaces de poder mantenerla para siempre. A lo mejor esa es la respuesta más normal, si es que hay alguna normalidad en esa respuesta, con la que poder definir su cobardía...
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