Es verdad que jugué con fiebre (Diario)
Publicado en Mar 28, 2012
Quizás fue en 1966. O bien un sábado por la tarde o bien un domingo por la tarde. Atrás han quedado ya el Esparta de San Isidro de Madrid y el Gabelistas del Paseo de Extremadura. Juego con los estudiantes del Instituto Cervantes de Madrid. Pero este día el dolor de cabeza que tengo es insoportable y todavía es más insoportable el altísimo grado de fiebre que hace que toda mi cabeza esté ardiendo. Así que, vestido de futbolista, estoy tumbado en el suelo esperando a que los demás se preparen para iniciar el encuentro. Ni yo mismo sé si voy a poder ponerme de pie. Es en los descampados del Barrio de Campamento de Madrid.
Pero me levanto y comienzo a jugar. De repente se me olvida el dolor de cabeza y el altísimo grado de fiebre. Estoy jugando de tal manera, compenetrado perfectamente como siempre con Alfonso Asunción, el que después sería, por muchos años, jugador profesional del Getafe, donde llegó a ser capitán, cedido por el Real Madrid, que nadie se dio cuenta de mi estado febril. En aquel partido nadie se dio cuenta de que yo estaba jugando en aquellas condiciones que, en condiciones normales, eran más propias de estar metido en la cama y bajo cuidados médicos. Pero había que jugar y había que hacerlo de tal manera que nadie se diera cuenta. Durante el partido no sentí absolutamente nada anormal. El dolor de cabeza y el altísimo grado de fiebre desaparecieron desde el primer minuto de juego. Incluso creo que fue uno de mis mejores partidos jugados con los del Instituto Cervantes de Madrid. Ganamos el partido y mi labor fue de tan alto rendimiento como siempre. Absolutamente nadie se enteró que segundos antes de comenzar el partido la cabeza me dolía una barbaridad y la fiebre estuvo a punto de dejarme grogui. Ni yo mismo me enteré que fue lo que sucedió pero al terminar el partido era, otra vez, el mismo chaval de siempre, fuerte como siempre, resistente como siempre y tan completo jugador de fútbol como siempre. Poco después Alfonso Asunción me dijo que se iba a probar a las convocatorias del Real Madrid. A mí no me interesó la oferta y continué mi carrera de futbolista aficionado en las filas del Estrella Olímpica, el Deportivo Olímpico y el Central de Ahorro Popular. En definitiva. Es cierto que jugué con fiebre y que nadie se dio cuenta de eso porque no desfallecí en ningún momento del largo encuentro; ya que jugábamos sin tener en cuenta las horas que durase cada partido pero que solían ser de 2 o 3 horas sin parar. Volvimos a nuestra casa de la calle Pizarra, número 3, tomando el Metro en la parada de Campamento o en la parada de Empalme (en alguna de estas dos pero no recuerdo en cual de ellas).
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