VIVIR LA POESÍA
Publicado en Mar 30, 2012
La poesía, cuando de verdad se vive, es como si en un jardín al cual entramos nos embriagáramos con los nombres científicos de las flores y su composición química, en lugar de asombrarnos con su aroma, colores, formas y contrastes. El poeta, siempre antepone lo estético. Lo demás, para el botánico, el químico o el especialista en plantas. La poesía es invitación a bucear en la presencia metafísica del objeto o del sujeto, del entorno donde nos encontramos, a partir de impresiones estéticas recibidas al presenciar aquello que percibe alguno de nuestros sentidos: esa flor, por ejemplo. Al caminar por el jardín, accedemos a lo observado. Determinados niveles de lo observado, de acuerdo con nuestra sensibilidad, con el grado de atención experimentado, con la velocidad a la cual nos desplazamos por el sitio. La velocidad cambia la visión del mundo, lo expresa con sólidos argumentos Paul Virilio. Al admitir, nos asombramos y al sorprendernos abrimos puertas de la percepción para lo subjetivo e irracional, introduciéndonos en la holística dimensión de lo bello: otras cualidades de la flor y del jardín, además de las prácticas, científicas y botánicas. Tal belleza, debe poseer la virtud de transformar mi visión del mundo, visión entendida como Weltanschauung, cuando me reintegre a la realidad objetiva. Tan pronto retorne al sitio donde admiro aquellas presencias poéticas del jardín. Descubrir lo bello es entrar, ir y regresar henchido de su dimensión íntima, en todo cuanto nos rodea. No solo un jardín o una flor. La ciudad, diurna o nocturna, con toda su carga de miserias. El individuo, con sus infiernos y sus nirvanas. Rilke lo experimentó al escribir el conjunto de sus Elegías en tres días durante los cuales no comió ni durmió, día y noche escribió sin interrumpirse, como si alguien le dictara cada verso, cada estrofa, el conjunto de dichos poemas. Su inspiración era algo externo a él, lo señala el estudioso de su obra Jean Nougayrol, “tanto que hasta su muerte se negó a imprimir con su nombre algunos de sus versos, porque habían sido dictados por una persona que se sentaba frente a él”.
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