UN DRAMA CASERO
Publicado en Mar 30, 2012
Sucede en mi alcoba y distrae mi atención por varios minutos. Por volar tan bajo, la mariposa se pone cerca de los garfios del gato intentando cazarla. Grande y atractivo lepidóptero nocturno que entró por la ventana, procedente del pomarroso repleto de frutas maduras en el patio de mi casa. Por su tamaño, podría ser una Thysania agrippina o una Attacus atlas. Sobrevuela a ras del piso, a pesar de sentir cerca los zarpazos del felino. Pronta a morir, le bastaría volar un poco más alto para esquivar al voraz gato. Puede hacerlo porque volar es su naturaleza y cuanto más alto mejor. Hace un momento volaba sobre el frondoso árbol y ahora se arrastra en mi alcoba, embrujada por el gato. La habitación y su altura están disponibles para ella, pero se arrastra. Ascendiendo un poco, se alejaría del inminente sacrificio, prevalecería sobre las intenciones del gato, en su lucha por la supervivencia sería superior al felino. Pero la Thisanya aletea abatida, con una de sus alas desgarrada por las uñas del animal que, gracias al incesante y desesperado movimiento de la mariposa, no logra agarrarla por completo. Es parte de su ritual de cacería: la sabe suya. El fastuoso insecto da palmadas agónicas contra el piso, manchándolo con el fino polvillo cayendo de sus alas. Se retuerce como gusano en lugar de volar como mariposa… Olvidó su naturaleza de insecto volador, entregándose por completo al gato. Derrotada, rasgada cuando pudo haber remontado la habitación saliendo por la amplia ventana, se transforma en un pedazo de rugoso papel con el cual juega inclemente el gato. Olvidó su capacidad de vuelo y rebota torpe sobre el piso. Aletea desesperada junto a las mandíbulas del gato que comienza a devorarla sin prisa. Yo hubiera podido protegerla. No encuentro palabras para escribir el poema nocturno, el drama desarrollado frente a mis ojos, hablándome de eventos personales, semejantes a la cacería presenciada. Tan pronto el gato termine de comerse la mariposa, podría aplastarlo. Es ajeno a mis pensamientos y está bastante cerca de mi bota. El gato es incapaz de pensar que su existencia depende de mi decisión. Verlo morir allí, acompañando a la mariposa en su paso a la nada. Quitarle también a él la vida. Romper su frágil cabeza blanca y luego abrirle con mi navaja patecabra el vientre, buscándole la mariposa. El felino no me mira. Es mi mascota y confía en mí. No le quité su comida. Dentro de un momento, ajeno a esta observación de la cual ha sido objeto, buscará mis piernas para trepar y dormirse satisfecho mientras postergo la página que escribía y narro el drama nocturno de este jueves para Textale, mientras acontece. ¿Cuál es la enseñanza? Todo cuanto ocurre es lenguaje cifrado de algo alertando al espíritu del hombre. Los signos, directos o indirectos, leves o agudos, gesticulan desde el presuntuoso movimiento de la cola del gato. Ese gato soy yo, esa mariposa también y tú eres gato o mariposa. Simple observador de ambos animales, el drama existencial está aquí, a nuestro lado.
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