Antes del aguacero, llamó a los shamanes para que vieran marchitarse algunas ramas de los samanes.

Y ellos vinieron danzando al ritmo de las flores encontradas por el camino. Había muchos anturios negros. Vieron mariposas blancas. Arriba, siempre el lento vuelo de los gallinazos.

Luego convocó a los samanes, en su lenguaje de aves y verdes, puesto que algo quedaba de ellos, además de las raíces y muchas aves construyendo allí sus nidos, para asistir al envejecimiento de los shamanes.

Estaban aquí desde la época de la conquista y algunos conocieron al cacique Calarcá. Eso decían y todos les creímos. Usaba las cenizas del árbol para conocer su destino, dijeron. Y yo todavía les creo.

Entonces, samanes y shamanes asistieron al milagro de su voz llamándoles esa tarde, después del aguacero, para transformarlos en uno solo.