ANOTACIONES SOBRE EL HAIKU (1)
Publicado en Apr 02, 2012
Haiku es percibir la realidad mientras se desvanece. Sentirla antes que la forma y sus impresiones vuelvan al vacío. Haiku es la realidad en continuo desvanecimiento. La materia, tal como la percibimos, disipándose en la nada. Haiku es distinguir conscientes ese paso de los seres de lo real a lo irreal. Y viceversa: de lo irreal a lo real. Lo escribe y entiende quien percibe al ser moviéndose en ambas direcciones. Este es el objeto del haiku cuando se escribe, cuando se lee, cuando se presiente y se reflexiona. Tal tipo de poesía debe escribirse tan pronto el evento sucede ante nosotros, por trivial que parezca. Si hay percepción alerta y humildad; si hay un estado de no mente, sin raciocinios soberbios, sin el intelecto considerando saberlo y comprenderlo todo, atiborrado de condicionamientos y prejuicios, de limitaciones intelectuales, y es clara la disposición del individuo para percibir los cotidianos develamientos del momento, del aquí ni antes ni después, entonces el sentido poético, religioso y estético del haiku le revelará no solo el sentido de la existencia sino la razón de ser del poema. Esos tres, o dos, o cuatro versos enmarcados en 17, o más o menos sílabas, puesto que son muchas las variantes del haiku moderno, de acuerdo con la línea formal seguida por el poeta, expresan algo más que un suceso de aspecto superficial. El haiyin no se queda pensándolo ni reflexionándolo para escribirlo. Su frescura y autenticidad consisten en escribirlo junto con lo en apariencia imperfecto que se ha percibido, con la singularidad del momento y cuanto nos agrada o desagrada. Contemporáneo de Bashoo, en los haikus de Kamijima Onitsura (1660), poeta sin escuela, como bien lo señala el ensayista y profesor colombiano Juan Manuel Cuartas Restrepo, estudioso del género, “su ejercicio poético se plantea en igualdad de condiciones a la reflexión filosófica. El haiku en Onitsura nos ofrece sin enfado la plena verdad de las cosas, no en función de la argumentación y de la lógica, sino del sentido mismo que conllevan las palabras”. ¿Hay, me pregunto, quien no tenga la pluma en la mano? ¡La luna esta noche! Desde lejos llega la campana en la niebla de primavera. También en la tumba del ladrón crecen exuberantes las hierbas del verano. Cuando las flores del cerezo se abren, los pájaros tienen dos patas, los caballos cuatro. ¡Ven, ven! –le dije, pero aquella luciérnaga se fue volando. Frente al jardín han florecido blancas unas camelias.
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