UNA FÁBULA PARA LOS NIÑOS
Publicado en Apr 03, 2012
Cuando llegó al caserío, vestido con el polvo del camino, los niños corrieron a saludarlo. Entre exclamaciones de júbilo y abrazos, le sentaron a la sombra de una pared. En sus alforjas, siempre encontraban alguna fruta y en sus labios nunca faltaban verdades sencillas. Mordiendo las verdes manzanas que Nadaie distribuyó, disponiéndose a escucharle hicieron ronda. Era otra fábula más. Narrándosela a los atentos niños, a sí mismo se la refería Nadaie. –¡Háblame de Dios, hermana hormiga! –suplicó el trueno al pequeño insecto. Y entonces la hormiga caminó.Y en el sonido de sus pisadas sobre las hojas secas, Dios hablaba al oído del trueno. –¿Lo escuchaste, hermano trueno? –preguntó la hormiga. Este respondió: –He oído su voz. Ahora háblame tú de él –rogó la hormiga al trueno. Y la tempestad no tardó en llegar de las colinas a las ramas de los árboles. Después, hormiga y trueno, fueron por diferentes caminos a explicar a otros la voz de Dios, como cada uno la escuchó. Pero tuvieron mala suerte. Cuando la hormiga intentaba tronar, su garganta emitía solo una inaudible vocecilla que ni los más pequeños grillos escuchaban. Y cuando el trueno imitaba el leve paso de la hormiga, se resecaban los campos y las cosechas se perdían.
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