HUELLAS Y HUELLAS
Publicado en Apr 04, 2012
Llegó al colmo. No resisto más la huella de su mano grasosa sobre el vidrio de la ventana. Busca mortificarme. Nunca le hago nada pero él pretende perturbarme a cualquier precio. Esa incesante huella de la mano derecha, casi en altorrelieve, sobre el vidrio limpio de la ventana, es su obsesión contra mí. Lo hace con perversa intención y logra trastornarme. La estampa de su mano, todos los días, es peor que un bofetón o un puñetazo contra mi cara. Hoy se lo dije, prudente, herido por descubrir cuanto nos distancia, a pesar de compartir el mismo techo desde cuando falleció nuestra madre. Juntos, el dulce hogar es un purgatorio.
Él me echó una mirada acusadora, ensayando respuestas para mi penetrante escrutinio de su cara, del vidrio, de sus manos. Venga le muestro, dijo, invitándome por primera vez a su alcoba. Verifique la respuesta a cuanto me pregunta, dijo mientras lo seguía receloso hacia su habitación. Se arrimó a la cama y levantó de un tirón el tendido y las cobijas. Sobre la sábana, como insólito logo, la huella de la pezuña de un fauno. O de una cabra. Podía ser cualquiera de las dos. ¿La ve?, preguntó, y aseguró en seguida, ¡es la de un fauno! Pero no solo ahí. Venga y mire. Abrió el closet y señaló, sobre dos de sus camisas blancas, las huellas de la pata de una cabra. Un fauno, sin lugar a dudas, pensé. Iguales a los de la sábana, vociferó exaltado con mi silencio. Me llevó al baño y desplegó la toalla. Observe, las mismas huellas. Aparecen desde el año anterior y nunca te acuso de nada… Salí de su alcoba sin comentarle nada. No se lo manifesté, pero tres días atrás, cuando desperté en la mañana, tenía sobre mi pecho la huella de la pata de un fauno.
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Daniel Florentino Lpez
Hace gala de una gran maestría
en la narración
Exclelente remate
Felicitaciones
Un abrazo
Daniel
Oscar Zapata Gutirrez