Jpiter
Publicado en Jul 22, 2009
En lengua licaónica te hablo
para que oigas mi queja: Ya no me sacrificas guirnaldas de Caldea ni muestras tus rendiciones ante el espejo. Ya no colocas mi señal en tu frente. Escasamente pasas por mis atrios y cuando lo haces, andas agachada. Ya no eres visibilidad ni horizonte. En vano te he esperado. ¿Por qué me temes? Jamás te dañaré... Podríamos restaurar nuestros amores en las nupcias de otros. No escondas tu rostro a las Puertas de la ciudad: Todos saben quién eres. No te cubras con mantos de curtidores aislándote en la dolida multitud. Sólo soy Júpiter. El forastero Júpiter, fijo transeúnte: Me esparcí en Capadocia y Galacia. Hoy Mercurio te lleva mis palabras de amor y entre sollozos, callas. Anteriormente ni dormías por hablarme: Me despertaba tu ombligo siempre insomne. ¿Desde cuándo tu corazón salió de Listra? ¿Con cuál mercader, tribuno o vástago de Iconio trabaste esperanza? No fue con otro dios: Lo mataría. Sucumbíste a tus bajas pasiones humanas. Tus pasos delgados corrieron hacia Derbe mientras yo me dolía en la sangre de los toros y carneros que las parejas me ofrendaban. Cuando huyes de Listra rompes mis edictos. No sé como pasas portones y guardias. No sé cuando dejas tu amalgamado lecho: Son puertas de bronce con cerrojos de hierro. Soy un dios, pero no puedo saberlo todo. Tengo nociones de lo tortuoso y de lo agónico. Averiguo lo que me permití saber. No poseo jurisdicción en Efeso, ni la quiero. Diana la Grande, la rodeada por templecillos de plata, me habló de los conciertos y confabulaciones de tu corazón. No creí en su íntima apertura ni en sus juramentos y mandé a encadenarla donde estuvo Prometeo. Puse sal en sus ojos y la dejé ciega... Los de Iconio me susurraban de tu infidelidad: Los castigué con cuarenta y cuatro noches de truenos. Sequé sus pozos a sabiendas de que estaban sedientos. No tuve misericordia de los viejos ni de los recién nacidos: Mandé a que cesaran las lluvias y los sofoqué. No podía creer la verdad, no soporté oírla. Soy Júpiter: No vivo de añoranzas....No, no debo. Te volviste una Infiel. Ahora me sentaré en los eclipses llorando en los hombros de Marte. Los dioses paganos sólo somos débiles en guerrear contra el amor de los mortales. Te Perdí y lo lloro. Es así de sencillo para un dios sempiterno.
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Maria Jose Schiavi