UN SOLITARIO DOMINGO
Publicado en Apr 06, 2012
Apoyada en el antepecho de la ventana, la niña observa la calle mientras grita hacia el fondo de su habitación: “¡Mamá, venga mire: allí va un centauro!”. “Qué imaginación la suya, mija”, dice la madre al ver a un hombre en su caballo. Minutos después, grita emocionada: “¡Mamá, venga mire: allí va la Patasola!”. “Qué imaginación la suya, mija”, dice la mujer al descubrir una señora apoyada en su muleta, cerca del paradero de buses. Dos horas más tarde, la niña continúa en la ventana. Escarba con su mirada en la oscura alcoba y grita: “¡Mamá, venga mire: allí va un cíclope!”. “Qué imaginación la suya, mija”, sonríe la madre al ver un hombre con un parche en el ojo. Las luces que encienden en la calle no iluminan la habitación de la niña en la ventana. De manera súbita, salta de la silla y señala hacia un lugar de la calle: “¡Mamá, venga mire: allí va usted!”. La habitación, la casa y la calle nunca habían estado tan solas como este lluvioso domingo.
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