JUEGO DE NINFETAS
Publicado en Apr 07, 2012
Nos excita jugar al vampiro con los hijos del mayordomo. Nadie se escandaliza. Lo hacemos en el sótano, en total oscuridad, Leegza y yo desnudas. Aunque es frío, nos emociona quedarnos desnudas en la oscuridad con ellos tres. Mi hermana Leegza tiene 12 y yo cumplí 10 años, lo dice papá. Nada nos prohíben y gozan imaginando nuestros juegos donde el silencio es lo más excitante. Y la humedad de las piedras y el olor a tierra húmeda. Somos siempre las víctimas y ellos hacen de vampiros. Deben encontrarnos, buscando a tientas. Cuando lo hacen nadie habla, la víctima no intenta escapar ni pide ayuda mientras el vampiro chupa. Entonces deja el cadáver en el suelo y sigue buscando a la otra.
Son juegos de varias horas. Ninguno se fatiga y cuanto más demoran, mejor. Nos fascina porque sabemos eludirlos cuando se aproximan. Les hierve la sangre, jadean, tiemblan al acariciarnos. Retardamos el juego cuanto queremos y entonces propiciamos el encuentro. Se arrojan desesperados sobre nosotras. Se comportan como vampiros reales al respirar entre nuestra boca, al lamernos el cuello, al abrazarnos y pegarse a nuestros cuerpos. Nunca nos han lastimado, aunque siempre quedan huellas de sus colmillos. Cuando le conté a Leegza que me besaban, dijo que a ella le hacían lo mismo. Algo hablaron el mayordomo y papá porque este nos dijo que no podíamos continuar con esos juegos. Mañana debemos invertir los papeles: ellos serán las víctimas. Leegza me mira con tristeza y levanto los hombros. ¡Qué podemos hacer! Nos habíamos encariñado con ellos. Quedaremos sin amigos, se lo digo con los ojos y descubro que está igual de sedienta que yo
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|