No he muerto todavía, eso parece…sin embargo, por momentos todo a mi lado se desvanece. Lo concreto se me transforma en ideas. Las ideas, las percibo como vacío. Y el vacío ocupa un espacio en los cuerpos que me rodean. ¿Acaso he vivido? ¿Quién piensa que no ha muerto? ¿Quién tiene la certeza de haber vivido o de vivir? Nada lo cual podamos aferrarnos. El corazón no tiene dónde asirse. La mente, mucho menos. No he vivido aún, sin embargo, a mi lado todo se desvanece. ¡Qué manera de viajar a prisa la de la muerte y la de la vida! Ambas al encuentro de la una con la otra en la piel del hombre, en la incertidumbre del hombre, en las obras del hombre. La vida caminando hacia la muerte y esta caminando hacia la vida. ¿Qué hace uno mientras tanto? Prenderse de un poema, de una canción, de un ritmo existencial, del oasis que puede ser el sexo de una mujer, para precipitarse en el abismo del ser, del no-ser donde ambas fuerzas, centrípeta y centrífuga, juegan con el pobre cuerpo, con los pobres sentimientos, con los pobres miedos y la pobre conciencia.