Cuando finalizaron de hacer el amor, nostálgico, el profesor dijo a su exalumna, me cautivabas desde cuando tenías 9 años de edad. Sí, respondió ella, estaba en tercero, en el Liceo  Santa Brígida y usted era mi profesor de matemáticas. Le miró insinuante a los ojos.

Introduciéndole en su boca el dedo pulgar derecho, él añadió, obtenías las mejores calificaciones, siempre, refrendó ella. Usted era el único con quien compartía la leche caliente que mi madre me embotellaba para la hora del recreo. Le dejaba el sobrado o a veces le decía tome primero y me deja un poquito, lo suficiente para humedecerme los labios con leche y provocarlo.

 Cómo pasa el tiempo, comentó el hombre buscándola de nuevo, besándola con más ardor al recordar la leche en su boca durante las horas de recreo, sí, cómo pasa de rápido pero el destino volvió a juntarnos. Dos años sin vernos, suspiró él, dos largos y tristes años llenos de estremecedores recuerdos, pero ahora, cuando pase al colegio, podremos vernos con más frecuencia y sin tantos temores, concluyó la ninfeta.