50 NOVELAS COLOMBIANAS Y UNA PINTADA
Publicado en Apr 18, 2012
Palabras introductorias en la presentación de las 50 Novelas Colombianas y una Pintada, durante el I Encuentro Nacional de Escritores, Luis Vidales, en Calarcá, Quindío, el 20 de junio de 2008. Tenemos la oportunidad de conocer algunos detalles sobre el más reciente trabajo editorial del escritor tolimense Carlos Orlando Pardo, acompañado en esta nueva empresa por su hijo Carlos Pardo Viña, propietario del sello editorial Caza de libros, y por su hermano Pablo Pardo Rodríguez. Una larga e ininterrumpida labor con Pijao Editores que llega a su cima empresarial, cultural y literaria, con las simultánea publicación de 50 novelas breves de 50 autores colombianos. Ni en Colombia ni en Latinoamérica ningún editor se había atrevido a llevar a cabo semejante quijotada literaria y comercial. Una utopía editorial donde se observan los nexos de amistad, los pretéritos vínculos afectivos y de oficio literario que Carlos Orlando ha sostenido con la mayoría de ellos, creo que con todos los narradores que integran la citada colección: 50 novelas colombianas y una pintada. Quimera convertida en el suceso editorial colombiano más importante de las últimas décadas. Esto no querrán verlo ni aceptarlo los grandes grupos editores de nuestro país, incapaces de arriesgarse con cuanto no sea sensacionalista, de periodística actualidad o no gravite en el renombre literario de algunos autores de sus respectivos fondos editoriales. Augusto Trujillo Muñoz, en un comentario sobre las 50 novelas y la dinámica empresarial de Carlos Orlando, precisa que Pijao Editores es “una empresa cultural a cuyas puertas comienzan a tocar los protagonistas internacionales del mundo de la cultura y de la industria editorial”. Es posible que la mayor demanda de tan singular colección surja de sectores foráneos, estatales o privados; de estudiosos, investigadores de nuestra literatura, académicos y editores capaces de valorar las repercusiones históricas de estas 50 novelas cuyos autores ofrecen en un seductora polifonía de estilos y temas una radiografía humana, política, social y cultural de Colombia y su gente a lo largo de medio siglo. Más allá del interés que la colección despierte entre nuestros coterráneos, entre las nuevas y antiguas generaciones de lectores colombianos, el futuro de las 50 novelas puede afianzarse en la proyección que de estas se haga en otros países, España por ejemplo, vendiendo la idea, trabajando otras semejantes, reimprimiéndolas o coeditándolas. Ni las más prestigiosas y consolidadas casas editoriales, dispuestas a todo en el mercado del libro, han osado realizar este tipo de publicaciones simultáneas en torno a un género específico: la novela breve. Tal idea sólo podía surgir en un escritor de la talla humanística que distingue a Carlos Orlando Pardo, escritor altruista sin miedos literarios, dispuesto a valorar siempre el trabajo narrativo de sus contemporáneos y de cuantos comparten o no sus ideales. La mayor parte de estas obras fueron publicadas décadas atrás. Muchas continúan desconocidas aún para quienes estamos próximos a tan ubérrima manifestación de la narrativa colombiana. Esta noche de literatura, el invitado honorífico al escenario es el libro. Para recibirlo con gusto, no le concederemos ninguna validez a Sócrates, criticando en Fedro el fetichismo del libro. Pondremos oídos sordos al bíblico mensaje del Eclesiastés, cuando señala que: “Componer muchos libros es nunca acabar”. Ignoraremos por completo a Séneca, escribiéndole a Lucilio: “La multitud de libros disipa el espíritu”. ¿Y cómo calificaríamos a Lutero, escuchándole afirmar: “La multitud de libros es una calamidad”? A pesar de ellos, y muchos otros que citándolos convertirían esta presentación en una impertinente perorata bibliofóbica, la humanidad publica un libro cada medio minuto y anualmente se editan, según estadísticas del año 2000, un millón de libros en el mundo. Creo entonces que es un deber de cuantos manifestamos algún tipo de afecto por los libros, asistir con asombro al nacimiento colectivo de las 50 novelas breves y la pintada que sus progenitores, Carlos Orlando Pardo, Carlos Pardo Viña y Pablo Pardo Rodríguez, llevan a cabo en las regiones que valoran dicho trabajo. Hoy, regulares o febriles lectores; frecuentes o eventuales compradores de libros, festejamos la presencia de estos 51 invitados que la intelectualidad quindiana no puede ignorar, para darle la razón al mejicano Gabriel Zaid cuando apunta en su obra Los demasiados libros que por lo regular cuantos desean ser leídos no siempre leen. Es una realidad entre múltiples escritores: quienes desean vender sus obras, no compran ni las de sus amigos, no manifiestan ningún interés por la producción literaria de sus coterráneos. Junto a las 50 novelas que hoy nos presentará Carlos Pardo Viña quiero recomendar dos libros. Uno, breve, lleno de humor, agudo en su análisis del mundo bibliográfico que nos lleva a reflexionar sobre las implicaciones de la edición, del ámbito de los libros, los lectores, los escritores y el sentido de aquellos en la cotidianidad del ser humano. Lo escribió Gabriel Zaid y se llama, como atrás lo dije, Los demasiados libros. El otro se titula La edición sin editores (Las grandes corporaciones y la cultura) escrito por el editor André Schiffrin, un pequeño pero detonante volumen que previene sobre las políticas empobrecedoras de la cultura, que desarrollan las grandes corporaciones editoriales. El nocivo efecto del capitalismo en la industria editorial. Afirma Schiffrin: “La publicidad domina la radio y la televisión, el cine es un modo cada día más eficaz de difusión de la ideología del consumo. La maquinaria internacional de persuasión comercial es más poderosa que todo lo que se hubiera podido imaginar hace unos años. La batalla también se desarrolla en el terreno del libro, que poco a poco se convierte en un simple apéndice de los medios, ofreciendo diversión ligera, viejas ideas y la seguridad de que todo es lo mejor en el mejor de los mundos. Hoy los editores independientes no se arriesgan a la prisión ni al exilio. Se les deja el derecho de buscar las pocas fallas que persisten en la armadura del mercado, y persuadir a quienes deseen con sus pequeñas tiradas y su difusión restringida”. Comprendemos entonces, la trascendente labor de Pijao Editores y Caza de Libros al hacer esta publicación colectiva. Es una respuesta regional de los editores independientes, dispuestos a recuperar obras y autores que nada significan para los voraces grupos editores que absorben la producción bibliográfica nacional. Son muchos los aciertos de Pijao Editores y Caza de Libros al darle a Colombia y las naciones vecinas donde pueda llegar la colección completa, este regalo bibliográfico. Destaquemos algunos, a grandes rasgos, para relievar los elementos optimistas de una inversión económica que desvelaría a cualquiera que se mueva en este ámbito: 1. Énfasis en la novela breve. Soy lector apasionado de novelas breves. Tengo mis particulares teorías sobre qué es la novela breve y he soñado con ser el director de una biblioteca universal de tal género donde incluiría en primer lugar la Casa de las bellas durmientes, de Kawabata, al lado de novelas como Arturo, la estrella más brillante, de Reinaldo Arenas; El niño que enloqueció de amor, de Eduardo Barrios; Seda, de Baricco; Los muertos, de Joyce; El tigre de Tracy, de Saroyan; Muerte en Venecia, de Thomas Mann; Aura, de Carlos Fuentes y decenas más en un recorrido por noveletas de estructura perfecta, intensas en su lenguaje, exactas y equilibradas en la presentación de sus personajes, fáciles de leer y respetuosas con nuestro tiempo. La propuesta de Carlos Orlando Pardo, como director general; Carlos Pardo Viña, director editorial y Pablo Pardo Rodríguez, gerente de producción, para que los lectores redescubran la novela breve colombiana, es una concienzuda valoración de la síntesis narrativa en un medio que sobrevalora la novela extensa, concediendo importancia a los extensos volúmenes por el estilo de Femina Suite, de Rafael Humberto Moreno Durán, que tiene 766 páginas. Antiguos y nuevos lectores de novelas colombianas se entregarán al gozo de la novela breve. Con esta colección se revalora la síntesis narrativa en un medio donde editores, críticos y lectores sobrevaloran la novela extensa, aquella que supera las 300 páginas y se acerca o supera las mil. Así en conjunto, las 50 novelas breves de Pijao Editores y Caza de Libros, permiten cotejar la tradición y persistencia de tal forma narrativa en Colombia, su consistencia estructural en la evolución de la novela, sus afinidades con la novela breve latinoamericana y mundial, el interés que innumerables novelistas colombianos le han concedido, sus categorías estéticas, sociológicas, políticas y lingüísticas, siempre dentro de los límites aún poco definidos del paginaje que caracteriza la novela breve. 2. Recuperación de novelas breves colombianas Por sus características formales, la novela breve se pierde entre la maraña editorial de las novelas extensas. No es fácil degustar su refinamiento literario. Este medio centenar de novelas breves es una sólida, convincente y pluralista comprobación de la existencia en Colombia de una amplia producción novelística que ha sido esencial como manifestación estética en diferentes lapsos históricos del país. Quienes seleccionaron autores y títulos, sacaron del olvido una serie de novelas que pueden adquirir de nuevo actualidad, despertando el interés de nuevos lectores por este tipo de novela. 3. Recuperación de autores Hasta para quienes nos movemos en el campo narrativo, en este rico catálogo hay escritores que nunca hemos leído, a cuyas obras no hemos tenido acceso. Libros que se editaron varias décadas atrás en ediciones de 500 o menos ejemplares, impresos en pequeñas y desconocidas litografías de provincia, obras que a pesar de su alta calidad nunca trascendieron la región donde se imprimieron. Estas 50 obras nos ofrecen autores que a pesar de la mínima promoción que tuvieron al editarse los libros, si se comparan con novelistas que, hoy por hoy, disfrutan de las estrategias de venta que desarrollan las editoriales, son superiores a estos en calidad narrativa. Al lado de autores con reconocida imagen, esta colección incluye novelistas que, no por menos conocidos, dejan de ocupar un lugar indiscutible en la evolución de la novela colombiana y dentro del rico panorama de la novela breve latinoamericana. Es una amplia puerta de entrada a la obra de escritores cuyos libros de primeras y únicas ediciones, estaban agotados. Este lo considero uno de los aportes invaluables que los Pardo le hacen a la literatura colombiana. 4. Presentación de una biblioteca genérica homogénea Son 50 novelas presentadas todas a la vez, como para que las personas o las entidades culturales las adquieran al instante, sin esperar que semana tras de semana, cada quince días o cada mes, se distribuyan título por título. Un evento bibliográfico nunca visto en nuestro país. El hecho de ser tantas novelas breves, permite que su visión y valoración conjuntas refrenden la perennidad de un tipo de novela que se trabaja desde varias décadas atrás. Tal homogeneidad la hace atractiva para especialistas en novela breve. 5. Presentación formal de los libros Legibles por su formato y su tamaño de letra. Sin ilustraciones interiores pero con hermosas portadas del notable artista tolimense Darío Ortiz Robledo, fundador del museo de arte contemporáneo de Ibagué. Con un diseño sin excesos, de rápido impacto visual, que invita a leerlos, a tocarlos, a familiarizarnos con sus contenidos. Económicos para el editor y el comprador. 6. Invitación a la lectura La variedad de autores, la diversidad de temas y estilos, la opción de escoger entre tantos novelistas, son estímulos directos para la lectura. Dicha propuesta editorial es una invitación a leer sin fatiga, a disfrutar el género desde su brevedad. Con toda certeza que si a los jóvenes lectores de un colegio se les muestra la colección completa, hasta los más apáticos se sentirán atraídos por muchos títulos a partir de sus eróticas carátulas y de la facilidad de lectura visible en las páginas impresas. Esta es una admirable locura comercial y económica que sólo Carlos Orlando Pardo, imagino que estimulado por amigos como Benhur Sánchez y algunos otros que desconozco, arraigado en su larga experiencia editorial con Pijao Editores, es capaz de afrontar. Creo que Orlando, su hermano y su hijo, saben para dónde van con este asunto. La ayuda que pueden aportar los municipios y departamentos colombianos que tengan la oportunidad de conocer esta colección, es adquirir varias de ellas para las bibliotecas públicas y algunos privilegiados colegios capaces de reconocer su valor cultural, literario e histórico.
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