Corrió como un reguero de pólvora por todo El Vaticano. Todos suponían, que como siempre, el rumor?  noticia? buena nueva? había partido del Cardenal Gabbiani. La ilusión brilló de nuevo en los ojos de los miembros de la Curia. Repicaban de nuevo las castañas en los castañeros. Tras los fracasos anteriormente comentados, la línea oficial del Vaticano se había sumido en un gris sopor: Estaban en ellos sin estar en ellos. Pero, de lo más oscuro surgió un potente rayo de luz capaz de elevar la moral, hacer trabajar de nuevo a tanto  pensamiento tóxico y además oxidado. Del fracaso que supuso las continuas operaciones a los miembros de la Guardia Suiza, también en una intervención fallida, nació lo que ahora revoloteba a los faldones como si de repente abril hubiera nacido bajo sus pies: Una preciosa hermafrodita hallábase en El Vaticano. Gozo para la vista! Gozo... En fin, gozo. El Cardenal Gabbiani la retiró ipso facto de sus lbores de vigilancia: Le arrebató el arma y le quitó también el uniforme. Y procedió  convertir a Marie Joseph en un oscuro objeto del deseo. Lo declaró formalmente "Bien Material del Vaticano".
La Curia en pleno aplaudió tal decisión, y a mogollón realizaron las pesquisas para descubrir en que lugar del laberíntico conjunto de edificios se encontraba la dualidad suiza. Pero como Bien Material era considerado objeto de Museo por el intervencionista Cardenal Gabbiani y el despliegue de ojeadores por todo el complejo sagrado resultaba, día tras día, infructuoso. Sin embargo, en el ala Norte, junto a la Biblioteca que contenía todos los incunables escritos en otras lenguas que no fuera el latín, uno de sus lavabos (el 24 B), registraba día tras día una mayor afluencia. A ciertas horas del atardecer se producían verdaderas colas de espera. Todos supusimos que "El Bien Material" había dejado de ser pura quimera y a él/ella se debía tanto corazón alegre, felicidad no oculta, en el recinto romano de la Fe. Porque, obras son amores...