Cuando lo reconocieron estaban más furiosos que las anteriores noches. Al principio pasó inadvertido aunque sueño tras sueño fueron identificándolo por pedazos: ojos, orejas, nariz, el color del cabello, sus manos, la forma de caminar. Siempre se escapaba de alguna manera propia de sueños. Volaba. Daba un salto sobre ellos. Tras de un árbol que aparecía en el momento crítico. O metamorfoseándose en mariposa o ardilla. A veces en serpiente negra que se escabullía entre la negrura donde ellos se movían. Estaban furiosos porque en los sueños recientes escapaba convertido en dragón. Dragón luminoso. Lo reconocieron en aquel océano de oscuridad siguiéndole sin darle tiempo para despertar. Él siempre tenía miedo de ellos. Y estos a pesar de su furia también tenían miedo. Conservando la distancia preguntaron, a qué viene señor. Le preguntaron cuál es el camino de regreso, señor. Le preguntaron emocionados, estamos soñando o es usted el que nos sueña. Díganos, señor, es usted el muerto, tendremos otra oportunidad. Cualquier palabra que respondiera cerraría la puerta de ingreso a su habitación, donde dormía profundo. Cuando reconoció a varios de ellos por las calles de su pueblo, supo que podría hablar, cantar, gritar. Repetir su nombre cuantas veces quisiera. Pero sobre todo, no tener que huir.